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Filosofía política y derecho2

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO2: LIBRE ALBEDRÍO. El libre albedrío es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que los humanos tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. El concepto ha sido extendido en ocasiones a los animales y a la inteligencia artificial de las computadoras. Muchas autoridades religiosas han apoyado dicha creencia, mientras que ha sido criticada como una forma de ideología individualista por pensadores tales como Baruch Spinoza, Arthur Schopenhauer, Karl Marx o Friedrich Nietzsche. El concepto es comúnmente usado y tiene connotaciones objetivas al indicar la realización de una acción por un agente no-condicionado íntegramente ligado por factores precedentes y subjetivos en el cual la percepción de la acción del agente fue inducida por su propia voluntad.

Libre albedrío

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El libre albedrío es la creencia de aquellas doctrinas filosóficas que sostienen que los humanos tienen el poder de elegir y tomar sus propias decisiones. El concepto ha sido extendido en ocasiones a los animales y a la inteligencia artificial de las computadoras. Muchas autoridades religiosas han apoyado dicha creencia, mientras que ha sido criticada como una forma de ideología individualista por pensadores tales como Baruch Spinoza, Arthur Schopenhauer, Karl Marx o Friedrich Nietzsche. El concepto es comúnmente usado y tiene connotaciones objetivas al indicar la realización de una acción por un agente no-condicionado íntegramente ligado por factores precedentes y subjetivos en el cual la percepción de la acción del agente fue inducida por su propia voluntad.

El principio del libre albedrío tiene implicaciones religiosas, éticas, psicológicas y científicas. Por ejemplo, en la ética puede suponer que los individuos pueden ser responsables de sus propias acciones. En la psicología, implica que la mente controla algunas de las acciones del cuerpo, algunas de las cuales son conscientes. En el reino científico, el libre albedrío se puede percibir en las acciones del cuerpo, incluyendo al cerebro, no siendo determinadas enteramente por la causalidad física.

La existencia del libre albedrío ha sido un tema central a través de la historia de la filosofía y la ciencia.

Contenido

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Perspectivas filosóficas sobre la libertad [editar]

Existen varios puntos de vista en el hecho de que si la libertad metafísica existe, eso es, dependiendo si las personas tienen el poder de elegir entre alternativas genuinas.[1]

El determinismo es el punto de vista en el cual todos los eventos son resultados inevitables de causas previas, de que todo lo que pasa tiene una razón de ser.

El incompatibilismo es el punto de vista en el cual, no hay manera de reconciliar una creencia en un universo determinista con el verdadero libre albedrío. El determinismo duro acepta tanto el determinismo como el incompatibilismo, y rechaza la idea de que los humanos poseen un libre albedrío.

Lo contrario a esto es el libertarismo[2] filosófico, que mantiene que los individuos tienen libertad metafísica y por lo tanto rechazan el determinismo. El indeterminismo es una forma del libertarismo que, según su punto de vista, el libre albedrío realmente existe, y esa libertad hace que las acciones sean un efecto sin causa. La teoría de la agencia es una forma del libertarismo que mantiene que la elección entre el determinismo y el indeterminismo es una dicotomía falsa. Antes que voluntad, es un efecto sin causa, la teoría de la agencia sostiene que un acto de libre albedrío es un caso de agente-causalidad: por lo cual un agente (persona, el ser) causa un acontecimiento. Es una filosofía separada de la teoría económica y política del libertarismo. El libertarismo metafísico se llama a veces voluntarismo para evitar esta confusión.

El compatibilismo[3] es el punto vista que sostiene que el libre albedrío surge en el exterior de un universo determinista aún en ausencia de incertidumbre metafísica. Compatibilistas pueden definir al libre albedrío como el surgimiento de una causa interior, tal como los pensamientos, las creencias y los deseos. La filosofía que acepta tanto el determinismo como compatibilismo se llama el determinismo suave.

Determinismo contra indeterminismo [editar]

El determinismo sostiene que cada situación se condiciona íntegramente y así es determinada por los estados de los propósitos que la precedieron.[4] El indeterminismo especula que esta proposición es incorrecta, ya que, hay acontecimientos que no son determinados enteramente por acontecimientos previos. El determinismo filosófico es ilustrado a veces por el experimento mental del demonio de Laplace, el cual conoce todos los hechos acerca del pasado y presente y todas las leyes naturales que gobiernan el mundo, y utilizan este conocimiento para prever el futuro, hasta el más mínimo detalle —pero Laplace no representa el pensamiento científico moderno acerca del tema.[5]

El filósofo Arthur Schopenhauer, crítico del libre albedrío

El incompatibilismo mantiene que el determinismo no se puede reconciliar con el libre albedrío. Los incompatibilistas generalmente aclaman que una persona actúa libremente sólo cuando ésta es la única que origina la causa que desencadena una acción y que podría haber terminado auténticamente de otra manera. Ellos mantienen que si el determinismo es verdad entonces cada elección es determinada por acontecimientos previos.[4]

Hay un punto de vista intermedio, en que las condiciones pasadas podrían tener influencia, pero no determinan las acciones futuras. Las elecciones individuales son un resultado entre muchos resultados posibles, todos los cuales son inducidos pero no son determinados por el pasado. Incluso si el agente del albedrío espontáneamente se esfuerza en escoger entre las acciones disponibles, propiamente el agente no es el que origina la causa de la acción, porque nadie puede realizar las acciones que son imposibles, tal como volar con solo batir los brazos. Aplicado a estados interiores, esta perspectiva sugiere que uno puede escoger entre las opciones en que uno piensa, pero no puede escoger una opción inverosímil de realizar. Según esta opinión, las elecciones actuales pueden iniciar, determinar, o pueden limitar las elecciones futuras.

Baruch Spinoza comparó la creencia del hombre en el libre albedrío con una piedra que piensa que escogió el sendero al cual llego por el aire y el lugar en el cual aterrizó. En la Ética él escribió, "Las decisiones de la mente no son nada salvo deseos, que varían según varias disposiciones puntuales". "No hay en la mente un absoluto libre albedrío, pero la mente es determinada por el desear esto o aquello, por una causa determinada a su vez por otra causa, y ésta a su vez por otra causa, y así hasta el infinito." "Los Hombres se creen libres porque ellos son conscientes de sus voluntades y deseos, pero son ignorantes de las causas por las cuales ellos son llevados al deseo y a la esperanza."[6] [7]

Arthur Schopenhauer, estando de acuerdo con Spinoza, escribió, "Todos creen a priori en que son perfectamente libres, aún en sus acciones individuales, y piensan que a cada instante pueden comenzar otro capítulo de su vida.... Pero a posteriori, por la experiencia, se dan cuenta —a su asombro— que no son libres, sino sujetos a la necesidad, su conducta no cambia a pesar de todas las resoluciones y reflexiones que puedan llegar a tener, desde el principio de sus vidas al final de ellas, deben soportar el mismo carácter...”[8]

Tu puedes hacer lo que siempre haces, pero en algún momento de tu vida, sólo podrás hacer una actividad definida, y no podrás hacer absolutamente nada que no sea esta actividad.
Schopenhauer, en "Freedom Of the Will", Cap. II
Puedo hacer lo que deseo: Si puedo, si lo deseo, dar todo lo que tengo a los pobres y por lo tanto hacerme pobre yo mismo -si lo deseo. Pero yo no puedo desear esto, porque los motivos opuestos tienen demasiado poder sobre mí para poder hacerlo. Por otro lado, si tuviera un carácter distinto, al extremo de que yo fuera un santo, podría desearlo. Pero entonces no podría dejar de desearlo por lo que tendría que hacerlo... tampoco como una bola en una mesa de billar no se puede mover antes de recibir un impacto, tampoco puede un hombre levantarse de su silla antes de ser jalado o impulsado por un motivo. Pero el pararse es tan necesario e inevitable como el rodar de una bola después del golpe. Y esperar que alguien haga algo a lo que absolutamente ningún interés lo impulsa... Es lo mismo que esperar que un trozo de madera se mueva hacia mí sin ser jalado por una cuerda...
— Ib., Ch. III
Schopenhauer dice que un humano puede hacer muy bien lo que él quiere, pero no puede hacer lo que él quiere, me acompaña en todas las circunstancias de mi vida y me reconcilia con las acciones de los humanos, aun cuando son muy estresantes.
Albert Einstein, Address to the German League for Human Rights, noviembre de 1928. credo

Friedrich Schiller propuso una coyuntura a este dilema en su “Educación Estética del Hombre en una serie de Cartas”; que fue ahondada aún más por Rudolf Steiner en su “Filosofía de la Libertad”. Ambos sugieren que el individuo “albedrío” es inicialmente No-Libre, esto se debe a que el individuo actúa con base en principios religiosos, éticos y morales, o que aún son racionales

El Barón d'Holbach, un "determinista duro".

Los "deterministas duros", tal como d`Holbach, son esos incompatibilistas que aceptan el determinismo y rechazan el libre albedrío. Los "libertarios", tal como Thomas Reid, Peter van Inwagen, y Didac González son esos incompatibilistas que aceptan el libre albedrío y niegan el determinismo, teniendo en cuenta que alguna forma del indeterminismo es verdad.

Otros filósofos sostienen que el determinismo es compatible con el libre albedrío. Estas personas, tales como Hobbes, generalmente aclaman que una persona actúa con libertad sólo cuando se espera que la persona actúe de cierta manera y cometa otro acto por decisión propia. Articulando esta cláusula elemental, Hume escribe que “esta libertad hipotética se aplica universalmente a cualquiera que no sea un prisionero encadenado”. Los compatibilistas apuntan con frecuencia a casos en donde la libertad de alguien es negada — violaciones, asesinatos, asaltos, y la lista continúa. La clave para estos casos no consiste en que el pasado esté determinando el futuro, sino en que el agresor está dominando sobre los deseos y preferencias de las acciones de la víctima. El agresor está forzando a la víctima y de a cuerdo con los compatibilistas, esto es lo que domina sobre el libre albedrío. Además, argumentan que el determinismo no es lo que importa, sino el hecho de que las acciones de los individuos son el resultado de sus propios deseos y preferencias, sin estar dominados por alguna fuerza externa o interna. Para ser un compatibilista, uno no necesita endorsar alguna concepción particular del libre albedrío, sino aceptar que el determinismo está relacionado con éste.

Otro punto de vista es que el concepto “libre albedrío” es, como diría Hobbes, un “discurso absurdo”, porque la libertad es un poder definido en términos del albedrío, el cuál es una cosa — y así la voluntad no es la clase de cosa que podría ser libre o no libre. John Locke, en su "Ensayo referente a la comprensión humana" indicó que eso de llamarse "libre" es comprometerse a un error de categoría:

¿Cuándo el albedrío de un hombre es libre o no lo es? [L]a pregunta en sí es impropia y es insignificante preguntar si un hombre será libre, así como preguntar si su sueño será rápido, o si su virtud cuadrada: la libertad no es muy aplicable al albedrío, así como la rapidez del movimiento a un sueño, o el ser cuadrado a la virtud. Cada uno puede reírse de lo absurdo de esa pregunta o de cualquiera de las anteriores: porque es obvio que las modificaciones en el movimiento no pertenecen al sueño, ni la virtud depende de su figura; y cuando alguien lo considera, creo que su albedrío percibirá que la libertad, que es un poder, pertenece únicamente a los agentes y no puede atribuir o modificar el albedrío, que también es únicamente un poder.
Capítulo XXI, Párrafo 14

Esta pregunta también plantea si cualquier auto intencionado puede ser libre o cualquier acto sin intención puede estar relacionado con el albedrío, dejando la libertad como un oxímoron. Algunos compatibilistas argumentan que esta ambigüedad del concepto “libre albedrío” es en parte culpable de la percepción de contradicción entre el determinismo y la libertad. Así, desde un punto de vista compatibilista, el uso de “libre albedrío” en un sentido “incompatibilista puede ser interpretado como lenguaje cargado.

Responsabilidad moral [editar]

La sociedad generalmente hace a la gente responsable por sus acciones y dirá que merecen premios o castigos por lo que hagan. Sin embargo, muchos creen que la responsabilidad moral requiere libre albedrío, en otras palabras, la habilidad de tomar distintas alternativas. Además, otro tema de importancia es si los individuos siempre son moralmente responsables y, de ser así, en qué sentido.

Los incompatibilistas tienden a pensar que el determinismo no está relacionado con la responsabilidad moral. Después de todo, parece imposible que uno pueda llamar a alguien responsable por una acción que podía predecirse desde antes. Los deterministas duros pueden decir “Muy mal para la Responsabilidad moral” y descartar el concepto — Clarence Darrow utilizo este argumento para defender a los asesinos Leopold y Loeb —mientras, controversialmente, los libertinos podrían decir “Muy mal para el determinismo”. Este caso aparece ser el corazón de la disputa entre los deterministas duros y los compatibilistas; los deterministas duros están forzados a aceptar que los individuos tienen con frecuencia “libre albedrío” en el sentido compatibilista, pero pueden negar que es este sentido de libertad el que realmente importa — que puede llegar en la responsabilidad moral. Sólo porque las opciones de un agente no son coherentes, de acuerdo a los deterministas duros, no cambia el hecho de que el determinismo le quita la responsabilidad al agente.

Los compatibilistas argumentan con frecuencia que por otro lado, el determinismo es un pre requisito para la responsabilidad moral — la sociedad no puede mantener a alguien responsable a menos que sus acciones fueran determinadas por algo. Este argumento fue utilizado por Hume y por el anarquista William Godwin. Después de todo, si el indeterminismo es cierto, entonces esos eventos no son determinados son al azar. Una de las preguntas formuladas es si es posible culpar o castigar a una persona por llevar a cabo una acción que saltó espontáneamente a su sistema nervioso. Argumentan que uno necesita mostrar cómo la acción proviene de los deseos y las preferencias — el carácter de las personas — antes que uno mantenga a la persona como responsable social. Los liberales podrán responder que las acciones indeterminadas no tienen relación con el azar y que resultan de un sustantivo albedrío en que sus decisiones serán indeterminadas. Este argumento es ampliamente considerado como no satisfactorio, ya que sólo dificulta el problema y envuelve metafísica, así como el concepto Ex nihilo nihil fit.

San Pablo, en su Epístola a los romanos, plantea la siguiente pregunta sobre responsabilidad moral:

¿Es que el alfarero no es dueño de hacer de una misma masa unas vasijas para usos nobles y otras para usos despreciables?
(Romanos, 9:21).

Desde esta perspectiva, los individuos todavía pueden perder su honor por medio de sus actos, aun cuando tales fueran determinados completamente por Dios.

Un punto de vista similar dice que la responsabilidad de la culpabilidad moral del individuo recae en el carácter individual. Eso significa que una persona con el carácter de un asesino no tiene otra alternativa más que matar, pero todavía puede ser castigado porque es un derecho castigar a las personas con mal carácter.

Algunas interpretaciones de responsabilidad moral también asumen que una persona es desde que nace hasta que muere, extrínsecamente de sus cambios físicos y mentales. Así, Stanley Williams de 52 años fue ejecutado debido a un crimen que cometió Stanley Williams a los 28 años.

Teorías compatibilistas y el principio de pudo-haberse-hecho [editar]

El filósofo Isaías Berlín clamó que para tener opción de libertad, según la cual el agente debería poder actuar de manera contraria. Este principio que van Inwagen llama el “principio de las posibilidades alternativas” dice ser un requisito para la libertad. Desde este punto, las acciones llevadas a cabo desde la influencia de una coerción irresistible no son libres y el agente no es moralmente responsable por ellas.

Sin embargo, algunos compatibilistas, así como Harry Frankfurt o Daniel Dennett, argumentan que hay casos en los que, aun cuando el agente no podía actuar de otra manera, su elección aún es libre, porque la coerción irresistible coincidía con las intenciones y deseos personales del agente, así como el dicho “Ahora, pon la pistola en mí sien, y oblígame a tomar un trago.” En Elbow Room, Dennet presenta un argumento para la teoría compatibilista sobre el libre albedrío. La elaboró más adelante en el libro del 2003 Freedom Evolves. El razonamiento básico consiste en que, si los individuos no consideran a Dios, o a un demonio infinitamente poderoso, o la capacidad de viajar en el tiempo, entonces habría caos y habría seudo-azar o un azar cuántico, el futuro se define en una enfermedad compuesto por todos los seres finitos. Los únicos conceptos bien definidos son las “expectativas”. Además, la habilidad para hacer lo “contrario” sólo tiene sentido cuando se manejan expectativas y no con un futuro totalmente desconocido. Desde que los individuos tienen la habilidad de actuar de una manera diferente a lo que el resto espera, el libre albedrío puede existir. Los incompatibilistas aclaman que el problema con esta idea es que la herencia y la cantidad de coerción irresistible creada por el ambiente hacen que todas nuestras acciones sean controladas por fuerzas fuera de nosotros mismos, determinadas por el azar.

El filósofo John Locke negó que la frase “libre albedrío” tenga sentido. Sin embargo, también afirmó que el determinismo era irrelevante. Creía que la capacidad de actuar voluntariamente consistía en que los individuos tenían la habilidad de posponer una decisión lo suficiente como para deliberar sobre las consecuencias de tomar o no esa alternativa. Se han ofrecido análisis más sofisticados de la libertad compatibilista, así como otras críticas.

William James, filósofo y psicólogo, etiquetó como determinismo leve a la posición actualmente conocida como compatibilismo, y argumentó que las formulaciones del determinismo leve eran “un dilema de evasión en el cual el verdadero asunto de importancia se ha difuminado completamente.” Pero los puntos de vista de James eran un tanto ambivalentes. Mientras creía en el libre albedrío en “campos éticos,” pensaba que no había evidencia para su existencia en campos psicológicos o científicos. Además, no creía en el incompatibilismo como se formuló anteriormente, en que el indeteminismo de las acciones humanas fuera un requisito para la responsabilidad moral. En su clásica obra Pragmatismo, publicada en 1907, escribió que “El instinto y sus utilidades pueden ser confiables para llevar los asuntos sociales de castigo y culpa” fuera de las teorías metafísicas. Creía que el indeterminismo es importante como una “doctrina de alivio” — permite creer que, aunque el mundo desde muchos puntos sea un lugar malo, puede mejorar a través de las acciones de los individuos. El determinismo, argumentó, indetermina ese meliorismo.

La ciencia del libre albedrío [editar]

A lo largo de la historia, las personas han hecho intentos de responder a las preguntas del libre albedrío a través de principios científicos. La primera mentalidad científica muchas veces mostró al universo como determinista, y muchos pensadores creían que era simplemente cuestión de recolectar suficiente información para poder predecir eventos futuros con perfecta precisión.

Esto motiva a los individuos a ver el libre albedrío como una ilusión. La ciencia moderna es una mezcla de teorías deterministas y estocásticas. Por ejemplo, la decadencia radioactiva ocurre con probabilidad predecible, pero no es posible, aún en teoría, decir exactamente cuando un núcleo particular decaerá. La mecánica cuántica predice observaciones solo en términos de probabilidad. Esto coloca dudas sobre el determinismo del universo. Algunos científicos deterministas como Albert Einstein creen en la teoría de la variable escondida, que por debajo de las probabilidades de la mecánica cuántica hay más variables (ver la paradoja EPR).

Esta teoría ha traído grandes dudas sobre sí misma, por las desigualdades de Bell, que sugiere que “Dios puede jugar a los dados en verdad” después de todo, quizás poniendo en dudas las predicciones del demonio de Laplace. El filósofo contemporáneo más importante que ha capitalizado el éxito de la mecánica cuántica y la teoría del caos para defender la libertad incompatible es Robert Kane, en La importancia del libre albedrío y otros escritos. Los argumentos de Kane, aun así, se aplican perfectamente a cualquier entidad “impensable” que se comporta de acuerdo con la mecánica cuántica.

Como los físicos, los biólogos han cuestionado el libre albedrío. Uno de los debates más odiados de la biología es el de “lo innato y lo adquirido”. Este debate cuestiona la importancia de la genética y la biología en el comportamiento humano cuando se compara con la cultura y el medio ambiente. Los estudios de genética han identificado muchos factores genéticos que afectan la personalidad del individuo, como en casos obvios como el Síndrome de Down a efectos más sutiles como una predisposición estadística hacia la esquizofrenia.

Aun así, no es certero que la determinación ambiental afecta menos el libre albedrío que la determinación genética. Los últimos análisis del genoma humano muestran que solo tiene hasta veinte mil genes. Estos genes, y el reconsiderado material genético intrón, y la nueva MiRNA, permiten un nivel de complejidad análoga a la complejidad del comportamiento humano. Desmond Morris y otros antropólogos han estudiado la relación entre el comportamiento y la selección natural en humanos y otros primates.

La síntesis de estos dos campos de investigación es que la genética humana puede ser lo suficientemente compleja para explicar tendencias del comportamiento y que los factores ambientales beneficiosos para la evolución tales como el comportamiento de los padres, y los estándares culturales, modifican estos factores genéticos. Ninguno de estos fenómenos, complejidad genética, o desventajas en el comportamiento cultural, requieren del libre albedrío para explicar el comportamiento humano. Sin embargo, la presencia de los genes que juegan un papel en algunas conductas, por ejemplo desórdenes mentales, no vuelve a un comportamiento automático, y los estudios sugieren que hay personas que sufren de una predisposición genética a ser más explosivos, pero el comportamiento violento no necesariamente se vuelve un rasgo en la conducta del individuo.

Parece que es necesario más de un gen, y un posible combustible ambiental para expresar el rasgo; esto sugiere que la naturaleza y la crianza juegan un importante papel en nuestro comportamiento. Algunos difieren y afirman que alguna forma de libre albedrío puede todavía existir, ya que el factor ambiental en el libre albedrío le permite a una persona manipular ese ambiente de manera tal que esta manipulación implique un compromiso entre su propio cuerpo y mente, porque una acción aislada no existe, una motivación parecida o comparable a ambos actos existe, y los factores genéticos permiten esas dos o más acciones ser tomadas en cualquier situación o momento, pero solo a veces ese compromiso puede significar un evento que no es al azar, al menos en algunas instancias, el argumento tiende a implicar.

La parte de crianza aquí puede estar en conflicto con información a corto plazo, así que no necesariamente predice o explica el resultado del curso de la acción a ser tomada. Aun así, otros discuten que esos factores en solitario pueden explicar el resultado del comportamiento sin la necesidad del “libre albedrío”. Las investigaciones sobre el tema, siguen en proceso.

Cerebro humano. Por medio de algunos estudios realizados por Benjamín Libet, se sugiere que las decisiones tomadas por una persona son primero hechas en un universo consciente, y después son traducidas a una “«decisión consciente»” y la creencia del sujeto de que esto ocurrió bajo su voluntad se debe únicamente a la visión retrospectiva del evento

También se ha vuelto posible el estudio del cerebro vivo y los investigadores ahora pueden observar la maquinaria de la toma de decisiones trabajando. Un experimento en este campo fue conducido por Benjamín Libet en los años 1980 en el cual él le pedía a sujetos escoger un momento cualquiera para agitar su muñeca mientras él lo asociaba con la actividad cerebral.

Libet descubrió que la actividad cerebral inconsciente que llevaba a la decisión consciente de mover su muñeca comenzaba medio segundo antes de que el sujeto conscientemente decidiera moverlo. Esta masa de carga eléctrica ha sido llamada potencial de estar listo. Los descubrimientos de Libet sugieren que las decisiones tomadas por un sujeto son primero hechas en un universo inconsciente, y después son traducidas a una “decisión consciente” y la creencia del sujeto de que esto ocurrió bajo su voluntad se debe únicamente a la visión retrospectiva del evento. Por otro lado, Libet todavía encuentra espacio en su modelo para el libre albedrío, en la noción del poder del veto: de acuerdo con este modelo los impulsos inconscientes que ocasionarán un acto voluble pueden ser suprimidos por los esfuerzos conscientes del sujeto. Cabe acotar, que esto no significa que Libet crea que las acciones inconscientemente incentivadas necesitan la ratificación de la consciencia, sino que, más bien, la consciencia retiene el poder de negar la actualización de los impulsos inconscientes.

Un experimento relacionado, realizado después por el doctor Álvaro Pascual-Leone, se basaba en preguntar a los sujetos qué mano querían mover. Encontró que, estimulando diferentes hemisferios del cerebro usando campos magnéticos, era posible influenciar fuertemente en la escogencia de la mano. Normalmente la gente que opta por la mano derecha escogería mover dicha mano 60% del tiempo, pero cuando el hemisferio derecho era estimulado, escogerían la mano izquierda en un 80% de las situaciones; el hemisferio derecho del cerebro es responsable del lado izquierdo del cuerpo, y el hemisferio izquierdo del derecho. A pesar de la influencia externa en la toma de decisiones, los sujetos continuaban reportando que creían haber tomado la decisión libremente. El mismo Libet,[9] sin embargo, no interpreta su experimento como experiencia de la ineficacia del libre albedrío consciente —él señala que a pesar de la tendencia que dice que al presionar un botón, y acumular por 500 milisegundos, el consciente retendrá el derecho a vetar esa acción en los últimos milisegundos. Se puede comparar con un jugador de golf, quien puede mover el putter varias veces antes de acertar. Si nos basamos en esto, la acción simplemente recibe una estampa de aprobación en el último milisegundo. También planeando las actividades del día de mañana, o para dentro de una hora, el interruptor de los milisegundos es insignificante.

Puede o no, ser posible alcanzar una realización científica final involucrando la posibilidad del libre albedrío adentrándonos en los orígenes de nuestros pensamientos conscientes. En el punto de vista científico, toda experiencia consciente es contingente hacia las neuronas —un golpe fuerte en la cabeza puede servir como demostración a este punto, así como casos documentados de lesiones neurológicas.[10] El cerebro consiste en millones de neuronas, con trillones de conexiones entre ellas. En un nivel bioquímico, la tarea principal de una neurona es propagar impulsos electro-químicos a otras neuronas formando un “circuito integrado” que constantemente recibe información de los sentidos (vista, olor, tacto y gusto) y devolviendo información para controlar músculos y órganos. Sólo el 10% de las neuronas en el sistema nervioso tratan con los impulsos sensoriales y con el control de músculos; las neuronas sobrantes sirven para integrar, refinar y procesar señales de entrada o salida.

La experiencia del libre albedrío es así conceptualizada surgiendo de alguna combinación de estas neuronas, pero ¿Cómo llegamos a esta acumulación de neuronas, que son finos hilos de grasa con el potencial de recibir impulsos eléctricos, pueden dar poder a nuestro consciente, emociones y sentimientos?, ¿Cómo puede ser que este concepto de “yo” y nuestro libre albedrío puede controlar neuronas y nuestro comportamiento, y el cerebro es meramente una sopa tibia de grasa, colesterol y neurotransmisores?. Este misterio sin resolver, domina el debate moderno sobre la existencia de nuestra consciencia y la posibilidad del libre albedrío.

Neurología y psiquiatría [editar]

Hay ciertos desórdenes relacionados con el cerebro que pueden ser denominados como desórdenes del libre albedrío: en el desorden obsesivo-compulsivo un paciente puede sentir una agobiante necesidad de hacer algo en contra de su propia voluntad. Los ejemplos incluyen lavarse las manos varias veces al día, reconociendo el deseo como su propio deseo, aunque parece estar en contra de su propia voluntad. En el síndrome de Tourette y otros parecidos, los sujetos se moverán involuntariamente, desarrollando tics y articulaciones. En el síndrome de la mano ajena, el cuál es también llamado el síndrome del Dr. Strangelove, denominada así por la popular película, las extremidades del paciente harán actos significativos sin la intención del sujeto.

Determinación y comportamiento emergente [editar]

En la emergente o filosofía generativa de la ciencia cognitiva y la psicología evolucionista, el libre albedrío es la generación de posibles comportamientos infinitos de la interacción de un grupo de reglas y parámetro finitos. A pesar del impredecible carácter del comportamiento emergente de procesos deterministas guía a la percepción del libre albedrío, el libre albedrío como una entidad ontológica no existe.

Como una ilustración los juegos de mesa de estrategia como el ajedrez y el go, son rigurosamente determinados en sus reglas y parámetros expresados en términos de la oposición de las piezas en relación con las demás en el tablero. Aun así, el ajedrez y el go, con sus estrictas y simples reglas generan una gran variedad de comportamientos impredecibles. Por analogía, los emergentes o generativos sugieren que la experiencia de libre albedrío emergen de la interacción de reglas finitas y parámetros determinados que generan comportamientos infinitos y predecibles. En la vista de la dinámica y psicología y evolución, células autómatas y las ciencias generativas el comportamiento social puede ser controlado como proceso emergente, y la percepción del libre albedrío fuera de la casualidad es esencialmente una prueba de ignorancia.

En la filosofía hindú [editar]

Como ha sido resumido por Swami Vivekananda: “La mente es una parte integral de la naturaleza que está unida por la ley de la causalidad. Ya que la mente está unida por una ley, ésta no puede ser libre. La ley de la causa aplicada a la mente, se llama Karma”. El filósofo del Advaitin Chandrashekhara Bharati Swaminah dice en un diálogo grabado en el libro 'Diálogos con el Gurú' por R. Krishnaswami Aiyar, Chetana Limited, Bombay, 1957[11]

El destino es el Karma pasado, el libre albedrío es el Karma presente. Los dos son realmente uno, que es el Karma, aunque ellos puedan diferir en la materia del tiempo. No puede haber conflicto cuando ellos son realmente uno
Chandrashekhara Bharati Swaminah en Diálogos con el Gurú

En una cuestión en la cuál uno debería resignarse al destino, el Swaminah responde que de hecho uno debería dedicarse al libre albedrío y elaborarlo.

El destino, como yo te dije es el resultado del ejercicio pasado de tu libre albedrío. Al ejercitar tu libre albedrío en el pasado, tú trajiste el destino resultante. Al ejercitar tu libre albedrío en el presente, quiero que elimines tu pasado si te duele, o añadirlo si lo encuentras agradable. En cualquier caso bien sea para adquirir más felicidad o reducir la miseria, tu tienes que ejercitar tu libre albedrío en el presente.
Chandrashekhara Bharati Swaminah en Diálogos con el Gurú

En la filosofía hindú, no hay un conflicto entre el destino y libre albedrío, ya que las dos son formas del karma del individuo.

En la filosofía budista [editar]

Thanissaro Bhikkhu enseñó: “Las enseñanzas de Buda sobre el Karma son interesantes porque es una combinación de causalidad y libre albedrío. Si las cosas fuesen totalmente causadas no habría manera para desarrollar una habilidad —tus acciones serían totalmente predeterminadas. Si no hubiese causalidad, todas las habilidades serían inútiles porque las cosas estarían constantemente cambiando sin rima o razón entre ellas. Pero es precisamente por la existencia de un elemento de causalidad y otro de libre albedrío, que tu puedes desarrollar habilidades en tu vida. Te preguntas: ¿Qué está involucrado en el desarrollo de una habilidad? —esto significa ser sensible a tres cosas básicamente: 1) Es un ser sensible a las causas provenientes del pasado, 2) Es un ser sensible a lo que estás haciendo en el momento presente, y 3) Es un ser sensible a los resultados de lo que estás haciendo en el momento presente —como se unen estas tres cosas”.

En la teología [editar]

La doctrina teológica de la divina sabiduría se dice que está frecuentemente en conflicto con el libre albedrío. Después de todo, si Dios sabe exactamente que pasará, exactamente todas las acciones que cada uno hará, el estatus de las opciones libres se cuestionan. Dios ya sabe por adelantado la verdad sobre las opciones de uno, lo cuál limita nuestra libertad. Este problema se relaciona con el problema Aristotélico de la batalla marina: mañana habrá o no una batalla marina. Si hubiese una, entonces era verdad que ayer habría una. Entonces sería necesario que la batalla ocurriera. Si no hubiese una, entonces por razonamiento similar, es necesario que no ocurriera. Esto implica que el futuro, sea lo que sea, está totalmente regido por verdades pasadas —verdaderas propuestas sobre el futuro. De todas formas, algunos filósofos sostienen que la necesidad y la posibilidad son definidas respecto a un punto en el tiempo y una matriz dada de circunstancias empíricas, entonces algo que es meramente posible desde la perspectiva de un observador pueden ser necesarias desde la perspectiva de un omnisciente. Algunos filósofos creen que el libre albedrío es equivalente a tener un alma, y por eso, de acuerdo con aquellos que afirman que los animales carecen de alma, los mismos no poseen libre albedrío. La filosofía judía remarca que el libre albedrío es un producto de la intrínseca alma humana, utilizando la palabra neshama, venida de la raíz judía nshm נשמ que significa “aliento”.

En el cristianismo [editar]

Representación de Jesús en la cruz, por Christoph Bockstorfer, a su lado están dos ladrones, uno de cada lado, a punto de morir. Solamente uno pidió a Jesús el perdón, mientras que el otro, incluso al borde de la muerte y sin nada que perder, decide burlarse del mismo. En el punto de vista de los Metodistas y otros que creen en el «libre albedrío», esto fue la elección entre la vida y la muerte eterna.

En la teología cristiana, Dios es descrito no solamente como alguien omnisciente sino que además es omnipotente; un hecho que mucha gente, cristianos y no-cristianos también, opinan que implica que no solamente Dios siempre ha sabido que decisiones tomará cada uno mañana, sino que además ya ha determinado esas decisiones. Eso es, creen ellos, que por la virtud de su conocimiento. El sabe que influenciará las decisiones individuales, y con la virtud de su omnipotencia. Él controla esos factores. Esto se vuelve especialmente importante para las doctrinas relacionadas con la salvación y la predestinación. Otras ramas, como los Metodistas, creen que mientras Dios es omnipotente y conoce las decisiones que los individuos van a tomar, Él todavía le da el poder a los individuos para escoger o rechazarlo todo, sin importar las condiciones externas o internas relacionadas con la decisión. Por ejemplo, cuando Jesús fue clavado a la cruz, los dos asesinos, uno de cada lado, estaban a punto de morir. Solamente uno pidió a Jesús el perdón, mientras que el otro, incluso al borde de la muerte y sin nada que perder, decide burlarse del mismo. En el punto de vista de los Metodistas y otros que creen en el libre albedrío, esto fue la elección entre la vida y la muerte eterna.

Quienes proponen el “libre albedrío”, defienden el hecho de que el conocimiento de un suceso por venir es enteramente diferente a causar el suceso. Quienes proponen el "determinismo" estarían de acuerdo, pero cuestionarían si el conocimiento del futuro sería posible sin la presencia de una causa determinante (ver Boettner, más abajo). Aun así, la definición de la predestinación varía entre los cristianos.

El carácter del libre albedrío es también un punto de debate entre ambos lados de la teoría del Socialismo cristiano. Ya que algunos cristianos interpretan la Biblia como un manifiesto que propone una sociedad ideal, el comunismo, en tanto que los oponentes de esta teoría mantienen que el establecimiento de un sistema comunitario a gran escala puede infringir el libre albedrío de los individuos al negarles la libertad para tomar ciertas decisiones por sí solos. Las comunidades cristianas, en cambio, alegan que el libre albedrío es relativo a las opciones que tiene cada persona, por lo que siempre estará limitado de alguna manera por las condiciones sociales y por leyes humanas y es así como el capitalismo somete a las personas independientemente de su voluntad.

En el calvinismo [editar]

A partir de la obra de Juan Calvino, La Institución de la Religión Cristiana, los Calvinistas, divulgan la idea de que Dios, en su soberanía, quién iba a ser salvado desde antes de la Creación. En 1619 el Sínodo de Dort, convocado por la Iglesia Reformada holandesa declaró que:

"Dios, en el tiempo, a algunos conceda el don de la fe y a otros no, procede de Su eterno decreto. Conocidas son a Dios desde e! siglo todas sus obras y: hace todas las cosas según el designio de su voluntad. Con arreglo a tal decreto ablanda, por pura gracia, el corazón de los predestinados, por obstinados que sean, y los inclina a creer; mientras que a aquellos que, según Su justo juicio, no son elegidos, los abandona a su maldad y obstinación. Y es aquí, donde, estando los hombres en similar condición de perdición, se nos revela esa profunda misericordiosa e igualmente justa distinción de personas, o decreto de elección y reprobación revelado en la Palabra de Dios. La cual, si bien los hombres perversos, impuros e inconstantes tuercen para su perdición, también da un increíble consuelo a las almas santas y temerosas de Dios. "Esta elección es un propósito inmutable de Dios por el cual El, antes de la fundación del mundo, de entre todo el género humano caído por su propia culpa, de su primitivo estado de rectitud, en el pecado y la perdición, predestinó en Cristo para salvación, por pura gracia y según el beneplácito de Su voluntad, a cierto número de personas, no siendo mejores o más dignas que las demás, sino hallándose en igual miseria que las otras, y puso a Cristo, también desde la eternidad, por Mediador y Cabeza de todos los predestinados, y por fundamento de la salvación. Y, a fin de que fueran hechos salvos por Cristo, Dios decidió también dárselos a él, llamarlos y atraerlos poderosamente a Su comunión por medio de Su Palabra y Espíritu Santo, o lo que es lo mismo, dotarles de la verdadera fe en Cristo, justificarlos, santificarlos y, finalmente, guardándolos poderosamente en la comunión de Su Hijo, glorificarlos en prueba de Su misericordia y para alabanza de las riquezas de Su gracia soberana. Conforme está escrito: según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéremos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el Puro afecto de Su voluntad, para alabanza de la gloria de Su gracia, con la cual nos hizo aceptor en el Amado; y en otro lugar: Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó, y a los que justificó, a éstos también glorifico."

Ellos citan Efesios 1-4: “En Cristo Dios nos eligió antes de la creación del mundo, para estar en su presencia sin culpa ni mancha.” Uno de sus más fuertes defensores de este punto de vista fue el predicador Puritano-Americano y teólogo Jonathan Edwards.

Edwards creía que la indeterminación era incompatible con la dependencia del individuo a Dios y su soberanía. Él pensaba que si las respuestas de los individuos eran causalmente libres, entonces su salvación depende parcialmente en ellos y la soberanía de Dios no es “absoluta y universal.” El libro de Edwards, Libertad del Albedrío, defiende la determinación teológica. En este libro, Edwards intenta demostrar que la liberalidad es incoherente. Por ejemplo, él dice que a través de la “determinación propia” el libertario manifiesta que las acciones propias son precedidas por un acto de libre albedrío o que los actos propios carecen de causas suficientes. La primera afirmación nos guía a un infinito regreso mientras que la segunda implica que los acciones propias ocurren por accidente y no puede hacer a alguien “mejor o peor, así como un árbol es mejor que otros árboles porque periódicamente es alumbrado por un cisne o una luciérnaga; o una roca más viciosa que otras rocas, porque las serpientes se han enrollado bajo ella más seguidos.”[12]

Sin embargo, no debería ser considerado que este punto de vista niega completamente el libre albedrío. Clama que el hombre es libre de actuar de acuerdo con sus impulsos morales y deseos, pero que no es libre de actuar en su contra o cambiarlos. Quienes proponen, como John L.Girardeau, han indicado en sus creencias en que la neutralidad moral es imposible; que aún de ser posible, y que uno fuese adepto a ideas contrarias, uno no podría tomar decisión alguna; si uno, por otro lado, se inclina levemente hacia una opción, se escogerá ésa sobre las otras.

Cristianos no-Calvinistas intentan una reconciliación con los conceptos duales de Predestinación y libre albedrío al señalar la situación de Dios como Cristo. Al tomar la forma de un hombre, un elemento necesario en este proceso es que Jesús vivió en la forma de un mortal. Cuando Jesús nació, no fue creado por el poder omnisciente de Dios el Creador, sino con la mente de un niño humano —aun así, era todavía completamente Dios. El precedente que esto crea es que Dios es capaz de abandonar sabiduría, o ignorarla, mientras siga siendo Dios. Aunque esto no es inconcebible, y aunque la omnisciencia, y que Dios sabe cual es el futuro que le espera a los individuos, el cual está en poder de negar este conocimiento en orden de preservar el libre albedrío individual.

Sin embargo, una reconciliación más compatible con la teología no-calvinista establece que Dios es, de hecho, ignorante de los eventos futuros, pero, siendo eterno, está fuera del tiempo y del pasado, presente y futuro como una sola creación. Consecuencialmente no se cree que Dios sabría que Jeffrey Dahmer iba a ser culpable de homicidio años antes del evento, pero que Dios estaba consciente de ello por toda la eternidad, viendo todo el tiempo como un presente único. Esta era la vista ofrecida por Boecio en su libro V “La Consolación de Filosofía”.

Loraine Boettner difería acerca de la doctrina de pre-conocimiento divino y que este no escapaba de los alegados problemas de pre-ordenación. Escribió que “Lo que Dios más sabe de antemano, en la propia naturaleza del caso, es tan arreglado y certero como lo que está preordenado; y si uno es inconsistente con la agencia libre del hombre, el otro también lo es. La preordenación predice los eventos certeros, mientras que el preconocimiento presupone que ellos si son certeros”. Algunos cristianos teólogos, sintiendo la mordida de este comentario, optaron por limitar la doctrina del preconocimiento no haciéndolo todo junto, sino que formando una nueva escuela de pensamiento, similar al Socinianismo y la Teología en Proceso, llamado Teísmo Abierto.

En el arminianismo [editar]

Jacobus Arminius

La oposición a la teología y soteriología calvinistas en Holanda se fortaleció a partir de la obra de Jacobus Arminius, profesor de la Universidad de Leiden. Después de su muerte, sus seguidores encabezados por Simón Episcopius escribieron el manifiesto Remonstrance, el cual sostenía cinco puntos:

  1. La Caída del Hombre: La humanidad ha caído en el pecado, pero, Dios ha determinado salvar a través de Jesucristo aquellos pecadores que por la gracia del Espíritu Santo creen en El, pero deja en pecado al incorregible y el incrédulo que se resiste a la gracia.
  1. La expiación: Cristo murió por toda la especie humana (1Timoteo 2:3-4, pero nadie excepto el que cree tiene remisión de pecado (Juan 3:15-18, Marcos 16:16.
  1. La Salvación: El hombre no puede de sí mismo ni de su propia voluntad hacer nada verdaderamente bueno hasta que haya nacido de nuevo por Dios, en Cristo, por medio del Espíritu Santo.
  1. La Gracia de Dios: Toda buena obra o movimiento en el regenerado debe ser adjudicada a la gracia de Dios, pero su Gracia no es irresistible.
  1. El Final de los creyentes: Aquellos que son incorporados en Cristo por medio de la fe verdadera, se les ha dado el poder por medio de la ayuda y la gracia del Espíritu Santo para perseverar en la fe. Pero es posible para el creyente caer de la gracia (Mateo 24:9-13, Marcos 13:13, Lucas 21:19).

Antes de Arminius, Menno Simons había escrito y polemizado contra la doctrina de la predestinación y sostenido que Dios ha dejado vida y muerte a nuestra elección deuteronomio 29:15-20) y no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan , vayan al conocimiento de la verdad y sean salvos (2Pedro 3:9, Ezequiel 33:10-20). Así, los menonitas holandeses encontraron afinidades con los arminianos tanto en su rechazo a la persecución religiosa, como en la oposición a la concepción calvinista de la predestinación. Los bautistas John Smyth y Thomas Helwys, exiliados en Ámsterdam entre 1606 y 1612 fueron influenciados por el arminianismo y sus seguidores son hoy conocidos como Bautistas Generales, por su convencimiento de que Jesús murió para salvar a todos los hombres que crean en Él.

Los metodistas, como su fundador John Wesley, defendieron los criterios armnianos creen que mientras Dios es omnipotente y conoce las decisiones que los individuos van a tomar, Él todavía le da el poder a los individuos para escoger o rechazarlo todo, sin importar las condiciones externas o internas relacionadas con la decisión. Por ejemplo, cuando Jesús fue clavado a la cruz, los dos asesinos, uno de cada lado, estaban a punto de morir. Solamente uno pidió a Jesús el perdón, mientras que el otro, incluso al borde de la muerte y sin nada que perder, decide burlarse del mismo. En el punto de vista de los Metodistas y otros que creen en el libre albedrío, esto fue la escogencia entre la vida y la muerte eterna.

También fue adoptada la teología arminiana en el siglo XIX por el movimiento restauracionista de los Discípulos de Cristo e Iglesias de Cristo. Actualmente las tesis arminianas han llegado a tener aceptación entre cristianos de diferentes denominaciones de varios países.

En el catolicismo [editar]

Teólogos de la Iglesia Católica abrazan la idea del libre albedrío, pero generalmente no ven el libre albedrío existiendo aparte o contradiciendo la Gracia divina. San Agustín de Hipona y Santo Tomás de Aquino escribieron extensamente sobre el libre albedrío, con Agustín concentrándose en la importancia del libre albedrío en su respuesta a los Maicéanos, y también en las limitaciones de un concepto de libre albedrío ilimitado como negación de gracia, en sus refutaciones de Pelagio. El énfasis del catolicismo cristiano en el libre albedrío y gracia es generalmente contrastado con la predestinación de la cristiandad protestante especialmente después de la contrarreforma, pero entender conceptos que difieren acerca del libre albedrío, es tan importante como entender los diversos conceptos de la naturaleza de Dios, centrándose en la idea en que Dios puede ser todopoderoso y omnisapiente aunque la gente continúe ejercitando el libre albedrío, ya que Dios no existe en el tiempo.

En la ortodoxa oriental [editar]

El concepto de libre albedrío será también muy importante en las iglesias ortodoxas, particularmente en las orientales ortodoxas, y muy especialmente en las afiliadas al Cóptico. Muy similar al concepto del judaísmo, el libre albedrío es tratado como axiomático. Todos poseen un libre albedrío que seguirá siguiendo su consciencia y arrogancia, ambas siendo parte del individuo. Mientras uno más sigue la consciencia, se obtienen mejores resultados, y mientras uno más siga la arrogancia, peores serán los resultados. Seguir la arrogancia propia es a veces comparado con los peligros de caer en un hueco al caminar en oscuridad, sin la luz de la conciencia que ilumina el camino. Doctrinas muy similares han también encontrado expresión escrita en el “manual de Disciplina” de los Manuscritos del Mar Muerto, y en algunos textos religiosos baja la posesión de los judíos Beta Israel de Etiopía.

En el mormonismo [editar]

Los mormones o los Santos de los últimos Días creen que Dios le ha dado a todos los humanos el regalo del libre albedrío, siendo la meta última retornar a su presencia. David O. McKay, anterior profeta y presidente de la Iglesia, comunicó: “es el propósito del Señor que el hombre se convierta a su imagen y semejanza. Para que el hombre lo logre fue necesario para el Creador hacerlo primero libre”.

Con respecto al conflicto libre albedrío y predestinación, los mormones opinan que Dios preordenó al hombre en particulares estaciones de la vida, en orden de avanzar Su plan para guiar a la humanidad de vuelta a Su presencia. Estas preordenanzas no eran decretos inalterables, sino llamadas de Dios para que el hombre realizara misiones específicas en su mortalidad. Los hombres son responsables por su propio destino, a pesar de su fe y obediencia a los mandamientos de Dios.

El “libre albedrío” entonces no debería ser interpretado como las acciones sin consecuencias; “Libre” significa que es un don de Dios y las consecuencias deben venir necesariamente como resultado de las decisiones hechas. Aun así el libre albedrío y la contabilidad son complementarias y no pueden ser separadas.

Una diferencia grande, y un punto de vista clave para el entendimiento del libre albedrío mormón, entre los cristianos comunes y los mormones involucra la creencia en una vida antes de la inmortalidad. Los mormones creen que antes que la tierra fuese creada toda la humanidad vivía en una vida preexistente como hijos espirituales de Dios, citando a hebreos 12:9. Aquí Dios, su Padre, nutrió, enseñó y vio los medios para su desarrollo, pero nunca los robó de su libre albedrío, citando a doctrina y convenios 29:35. En este estado persistente ellos podían aprender, escoger, crecer, retroceder, como en la tierra. Esta preparación les permitiría volverse los hombres y mujeres de la tierra, y ser educados posteriormente y probados en la escuela de la inmortalidad para retornar a la presencia de Dios y volverse como Él.

Aun así se cree que la vida preexistente ha sido un período infinitamente largo de probación, progresión y escuela. Algunos de los hijos espirituales de Dios ejercitaron tanto su albedrío que se conformaron con la ley de Dios y se convirtieron en “nobles y grandes”. Éstos fueron preordenados antes de sus nacimientos mortales para realizar grandes visiones para el Señor en esta vida, como fue descrito en el Abraham en los versos 3:22-28. Pero incluso éstos, quienes fueron preordenados para la grandeza podían caer y transgredir las leyes de Dios. Por lo tanto, la mortalidad es simplemente un estado donde la progresión y la probación son continuados así como comenzó en la preexistencia. Sin libre albedrío la mortalidad sería inútil.

En la nueva iglesia [editar]

La Nueva Iglesia, o el Sweedenborgianismo, enseña que cada persona tiene completa libertad para escoger el cielo o el infierno. Emmanuel Sweedenborg, sobre cuyos escritos está fundada la Nueva Iglesia, afirma que si Dios es el Amor mismo, la gente debe tener libre albedrío. Si Dios es Amor, entonces Él no desea daño a nadie: así que es imposible que Él predestine a cualquier persona al infierno. Por otro lado, si Dios es Amor, entonces Él debe amar cosas fuera de si; si la gente no tiene la libertad para escoger el mal como serán simples extensiones de Dios, y el no podrá amarlo como algo fuera de sí. Además, Sweedenborg deja en claro que si una persona no tiene libre albedrío para escoger la bondad y la fe, entonces todos los mandamientos de la Biblia para amar a Dios y al prójimo no tienen valor, ya que nadie puede escoger hacerlos —y es imposible que un Dios que es Amor y sabiduría enseñe mandamientos inconclusos.

En el judaísmo [editar]

La creencia del libre albedrío (Hebreo: bechirah chofshith בחירה חפשית, bechirah בחירה) es axiomática en el pensamiento judío, y está conectada muy de cerca con el concepto de premio y castigo, basado en la Torá.El Versículo 30:19 del Deuteronomio dice “Yo (Dios) te he dado vida y muerte, bendición y maldición: escoge vida”. El libre albedrío es entonces discutido largamente en la filosofía judía, primariamente como el objetivo de Dios en la creación, y después resultando en una paradoja.

Los judíos en la actualidad mantienen discusiones sobre el Libre albedrío y la participación de Dios en las elecciones morales que toman las personas, y el grado de libertad de decidir que posee cada persona.

Las enseñanzas tradicionales sobre la creación, particularmente influenciado por el misticismo judío, son que “este mundo es como un pasillo para el Mundo Venidero” (Pirkei Avoth 4:16). “El hombre fue creado con el solo propósito de regocijar a Dios, y derivando el placer del esplendor de Su presencia… el lugar donde esta alegría se dará es en el Mundo Venidero, que fue creado expresamente para esto; pero el camino al objeto de nuestros deseos es este mundo…” (Moshe Jaim Luzato, Mesillat Yesharim, Cap.1).

El libre albedrío es requerido en la justicia de Dios, “de otra manera, el Hombre no obtendría ni rechazaría actos de bondad sobre los cuales él no tendría control.”[13] Es entendido posteriormente que para que el Hombre pueda tener un libre albedrío verdadero, no debe tener solamente esto internamente, sino también un ambiente que permita una decisión entre obediencia y desobediencia. Dios, así, creó el mundo para que bien y mal puedan operar libremente;[13] esto es el significado de la máxima rabínica , “todo está en las manos del Cielo menos el miedo al Cielo” (Talmud, Berachot 33b). En la literatura Rabínica, hay mucha discusión entre la omnisciencia de Dios y el libre albedrío. La visión representativa es que “todo está previsto; aun así, el libre albedrío es dado” (Rabí Akiva, Pirke Avot, 3:15). Basado en el entendimiento, el problema es descrito como una paradoja, más allá de nuestro entendimiento.

“El Sagrado, Bendito sea, sabe todo lo que pasará antes de que haya pasado. ¿Sabrá Dios si una persona particular será buena o mala, o no lo sabrá?, si Él lo sabe, será imposible para esa persona no ser buena, y así demuestra que no conoce todo lo que Él ha creado...El Sagrado, Bendito sea, no tiene temperamentos y está fuera de dichos ambientes, a diferencia de la gente, cuyos seres y temperamentos son dos cosas separadas. Dios y sus temperamentos son uno, y la existencia de Dios está más allá de la comprensión del hombre… No tenemos las capacidades de comprender cómo El Sagrado, Bendito Sea, conoce todos los eventos y su creación. [Sin embargo] se sabe sin duda que la gente hace lo que quiere sin El Sagrado, Bendito Sea, forzándolos a hacer algo… Es dicho por esto que un hombre es juzgado de acuerdo a sus acciones.” (Maimonides, Mishne Torá, Teshuva 5:5)

La paradoja es explicada, pero no resuelta, al observar que Dios existe fuera del tiempo y por lo tanto, su conocimiento del futuro es exactamente el mismo conocimiento del pasado y del presente.[13] Así como su conocimiento del pasado no interfiere con el libre albedrío del hombre, tampoco en un futuro. Una analogía es aquella del viaje en el tiempo: El viajero del tiempo, habiendo regresado del futuro, sabe previamente lo que alguien hará, pero mientras él sabe esto, este conocimiento no causa la acción del sujeto; el sujeto tuvo libre albedrío incluso cuando el viajero del tiempo tuvo un conocimiento previo. Esta distinción entre conocimiento previo y predestinación, es discutido por la crítica de Maimonides Abraham Ibn Daud; véase Hasagat HaRABaD ad loc.

Aunque lo previo representa la vista mayoritaria en el pensamiento rabínico, hay muchos grandes pensadores que resuelven la paradoja al excluir explícitamente el divino conocimiento previo. Ambos, Saadia Gaon y Judah ha-Levi mantienen que “las decisiones del hombre preceden al conocimiento de Dios.” Gersónides sostiene que Dios sabe, de antemano, las decisiones abiertas a cada individuo, pero no conoce que decisión el individuo en su libertad tomará.

Isaiah Horowitz toma el punto de vista de que Dios no puede saber cuáles elecciones morales tomarán las personas, pero que, sin embargo, no deteriora su perfección.

La existencia del libre albedrío y la paradoja descrita anteriormente está ligada cercanamente al concepto de Tzimtzum. Tzimtzum apoya la idea de que Dios “contrajo” su esencia infinita, para permitir la existencia de un “espacio conceptual”, en el cual un mundo finito, independiente pudiese existir. Esta “constricción” hizo posible al libre albedrío, y seguidamente el potencial para heredar el potencial y el Mundo Venidero. Más allá, de acuerdo con la primera aproximación, está entendido que la paradoja de la omnisciencia del libre albedrío provee un plano temporal paralelo a la paradoja inherente dentro de Tzimtzum.

En la garantía del libre albedrío, Dios, de alguna manera ha “disminuido” su conocimiento previo para permitir la acción independiente del hombre; Él posee su conocimiento previo y aun así el libre albedrío existe. En el caso de Tzimtzum, Dios ha contraído su esencia para permitir la existencia independiente del hombre; aun así es atractivo y trascendente.

En el pensamiento judío, el libre albedrío es todavía discutido en conexión con la Teología Negativa, la Divina Simplicidad y la Divina Providencia así como los principios judíos de la fe en general.

En el islam [editar]

El islam enseña: Dios es omnisciente y omnipotente; lo ha sabido todo por la eternidad. Pero aún, hay una tradición de libre albedrío para que el hombre reconozca la responsabilidad de sus acciones, la cual ha sido extraída del Corán.

Así está escrito en el Corán: “Nadie cargará el peso de otro.” El libre albedrío es la base sobre la cual uno puede ser castigado o recompensado en la vida posterior.

En la cultura popular [editar]

Una de las más famosas historias del libre albedrío es el relato de Frank R. Stockton de 1882 titulado ¿La Dama o el Tigre?, en la que la protagonista se somete a una difícil decisión. En el relato de ciencia ficción de Larry Niven Todos los Caminos de la Miríada toma la teoría del libre albedrío de los universos múltiples a un "reductio ad absurdum".

Tanto en la trilogía de The Matrix como en la película The Devil's Advocate existen muchas referencias al libre albedrío y a la importancia de hacer nuestras propias elecciones. En Bruce Almighty al personaje principal, Bruce Nolan (Jim Carrey), le fueron dados los poderes de Dios por un período de tiempo con la advertencia de que «no podía interferir con el libre albedrío». En la película Donnie Darko, el personaje principal puede ver lo que Dios planea que la gente haga, una implicación del pensamiento cristiano del libre albedrío.

En los videojuegos de la serie Legacy of Kain, uno de los personajes principales, Raziel, es el único con libre albedrío. Todos los otros personajes son dominados por la Rueda del Destino y a ellos sus líneas del tiempo fueron escritas desde el inicio hasta el final mientras Raziel tenía oportunidad para cambiar su línea de tiempo como él lo eligiese usando varias máquinas del tiempo.

Véase también [editar]

Referencias [editar]

  1. Lawhead, Willaim F. The Philosophical Journey: An Interactive Approach McGraw-Hill Humanities/Social Sciences/Languages p. 252 (inglés)
  2. Ibid. p. 254
  3. Lawhead, Willaim. The Philosophical Journey: An Interactive Approach McGraw-Hill Humanities/Social Sciences/Languages p. 255
  4. a b Vihvelin, Kadri, "Arguments for Incompatibilism", The Stanford Encyclopedia of Philosophy (Winter 2003 Edition), Edward N. Zalta (ed.), (en línea)
  5. Suppes, P., 1993, “The Transcendental Character of Determinism,” Midwest Studies in Philosophy, 18: 242-257.
  6. Spinoza, Baruch, Ethics, Book III, page 2, note; Book II, page 48; Book I, apéndice.
  7. Durant, Will, The Story of Philosophy, pag 136.
  8. Schopenhauer, Arthur, The Wisdom of Life, p 147
  9. Libet, (2003). "Can Conscious Experience affect brain Activity?", Journal of Consciousness Studies 10, nr. 12, pp 24 - 28.
  10. Wegner "The Illusion of Conscious Will"
  11. Fate and Free Will (inglés)
  12. Freedom of the Will, 1754; Edwards 1957-, vol. 1, pp. 327.
  13. a b c aish.com (inglés)
  • Bischof, Michael H. Kann ein Konzept der Willensfreiheit auf das Prinzip der alternativen Möglichkeiten verzichten? Harry G. Frankfurts Kritik am Prinzip der alternativen Möglichkeiten (PAP). In: Zeitschrift für philosophische Forschung (ZphF), Heft 4, 2004. (alemán)
  • Muhm, Myriam: Abolito il libero arbitrio - Colloquio con Wolf Singer, in: L'Espresso,19.08.2004 http://www.larchivio.org/xoom/myriam-singer.htm
  • Morris, Tom Philosophy for Dummies For Dummies (inglés)
  • Lawhead, Willaim F. The Philosophical Journey: An Interactive Approach McGraw-Hill Humanities/Social Sciences/Languages (inglés)
  • Inwagen, Peter van An Essay on Free Will Oxford: Clarendon Press (inglés)
  • Schopenhauer, Arthur, On the Freedom of the Will, Oxford: Basil Blackwell ISBN 0-631-14552-4

Enlaces externos [editar]

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO2: FATALISMO. El término fatalismo está formado a partir de la raíz fatum, que significa en latín «destino». Por tanto el «fatalista» cree en una necesidad que negando la libertad se impondría irremediablemente al ser humano. En sentido corriente el fatalismo se refiere a la creencia en el determinismo de los acontecimientos, dirigidos por causas independientes de la voluntad humana, sea este determinismo procedente de Dios, de la necesidad natural o de las leyes que dirigen la historia.

Fatalismo

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El movimiento implacable de los fenómenos naturales se interpreta a veces como un modelo de fatalidad.

El término fatalismo está formado a partir de la raíz fatum, que significa en latín «destino». Por tanto el «fatalista» cree en una necesidad que negando la libertad se impondría irremediablemente al ser humano. En sentido corriente el fatalismo se refiere a la creencia en el determinismo de los acontecimientos, dirigidos por causas independientes de la voluntad humana, sea este determinismo procedente de Dios, de la necesidad natural o de las leyes que dirigen la historia.

Esta noción de fatalismo conlleva una connotación negativa, tanto en el lenguaje corriente como en el filosófico.

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El fatum stoicum, expresión de la razón divina [editar]

Crisipo.

La doctrina fatalista por excelencia es la estoica:

Todo tiene lugar según el destino, así hablaban Crisipo de Soli en el tratado Del destino, Posidonio en el décimo libro Del destino, Zenón y Boethus en el primer libro Del destino

El fatum stoicum no es un impulso irracional, sino la expresión del orden impreso por la razón divina (el logos) al universo:

El destino es la causa secuencial de los seres o bien la razón que preside la administración del mundo (ibidem)

No es tanto un principio religioso como científico y filosófico, teniendo en cuenta que el dios estoico no es otro que la razón.

El destino no es otro que la cadena causal de los acontecimientos: lejos de excluir el principio de causalidad, supone su misma esencia (véase: causalidad física y filosófica). Cicerón lo aclara en su tratado De la adivinación :

Llamo destino (fatum) a los que los griegos llaman heimarmene, es decir, el orden de la serie de causas, cuando una causa ligada a otra produce de ella misma una efecto. (...) Se comprende entonces que el destino no es entendido como superstición, sino lo que dice la ciencia, a saber, la causa eterna de las cosas, en virtud de la cual llegaron a ser los hechos del pasado, son los hechos del presente y serán los del futuro.

Argumentos antifatalistas [editar]

La existencia del destino en tanto que orden causal, racional o necesario del devenir no fue contestado, con la excepción de los filósofos epicureístas. La originalidad del fatalismo estoico reside no tanto en la afirmación del fatum sino en su carácter universal: « todo ocurre según el destino ».

El argumento perezoso [editar]

Las escuelas opuestas al estoicismo intentaron una refutación del fatum stoicum por oponerse a los principios fundamentales de la moral antigua y afirmadas por todas las escuelas filosóficas: « algunas cosas dependen de nosotros ». Cómo podrían « depender todas las cosas del destino » desde el momento en que algunas de ellas están en nuestro poder? La universalidad del fatum ¿no implica la imposibilidad del ser humano para elegir? ¿No conduce acaso a la pereza y la inmoralidad? La pereza, tal es el sentido del famoso argumento perezoso (argos logos en griego, o ignaua ratio en latín), que Cicerón resume enérgicamente :

Si tu destino es curar esta enfermedad, curarás tengas o no un médico; de la misma manera, si tu destino es no curarla, no la curarás, llames o no al médico; tu destino es, o bien uno, o bien otro; por tanto, no conviene llamar al médico.
Cicéron, Tratado del destino, XIII

El argumento moral [editar]

El fatalismo estoico se inclinaba hacia la inmoralidad y negaba la responsabilidad humana. Si el destino es causa de los actos, ¿cómo podría yo ser tenido por responsable? « Si todo ocurre por el destino, (...) ni los elogios ni las sanciones, ni los honores ni los suplicios son justos » (ibid, XVII). En el sistema estoico ¿no podría el asesino exclamar, a imitación de algunos héroes de Homero o de la tragedia griega: « El culpable no soy yo, sino Zeus y el destino, que me ha determinado a actuar así? Esa es la argumentación de David Amand, llamada 1945 « el argumento moral antifatalista », objeción constantemente lanzada contra el estoicismo.

Respuestas de Crisipo a los argumentos antifatalistas [editar]

Uno de los más importantes representantes de la escuela estoica. Crisipo, se esforzó en responder a estos argumentos para establecer la validez de su fatalismo. Estos argumentos se encuentran resumidos en el Tratado del destino de Cicerón.

La distinción entre causas externas y causas internas [editar]

La universalidad del destino no excluye la acción humana, sino que la integra en el seno de sus causalidades. Entrelazamiento universal de las causas, el fatum stoicum coordina en efecto dos tipos de causas, « auxiliares y próximas» (es decir, procatárticas) y « perfectas y principales » (es decir, sintéticas synectiques) en una unidad de sistema.

Las causas procatárticas designan el conjunto de factores extrínsecos, las circunstancias y acontecimientos que afectan al ser humano: representan la determinación fatal de la existencia, la parte de necesidad a la que se debe resignar. Pero si estas causas externas obligan al ser humano a reaccionar y tomar postura, ellas no determinan la naturaleza de su reacción, que depende de factores intrínsecos: la espontaneidad de su carácter actuaría a título de causa sintética, « perfecta y principal ».

En el Tratado del destino de Cicerón, Chrisipo ilustra esta distinción mediante un ejemplo tomado de la física: el cono y el cilindro. Estos sólidos, al ser impulsados por una misma fuerza describirán trayectorias diferentes, uno haciendo remolinos, el otro rodando. El golpe externo determina al cuerpo a ponerse en movimiento, pero no la naturaleza de su movimiento, que depende de la forma constitutiva de su esencia.

El punto esencial de esta teoría es que el movimiento de los cuerpos encuentra su razón determinante en su interior, y no en el impulso que reciben. Ahora bien, el devenir existencial es comparable al movimiento físico. Individuos diferentes reaccionan de forma distinta ante los mismos acontecimientos, prueba de que son la causa principal o sintética de su devenir. Las representaciones sensibles no determinan su reacción, que son resultado sólo de los juicios, acertados o equivocados, que hacen sobre los acontecimientos que les afectan. Es decir, que el individuo escapa de la necesidad en tanto que reacciona al impulso del destino en función de su propia naturaleza. El fatum stoicum es personalizado por la individualidad de cada uno. Lejos de violentar a los seres humanos, supone su espontaneidad: no determina el destino con independencia de su naturaleza. Encontrando la causa principal de sus actos en el interior de ellos mismos pueden legítimamente ser considerados responsables: no podrían así imputar al destino aquello de lo que ellos mismos son principio.

La libertad en el seno del fatum [editar]

El estoicismo mantiene así la libertad del ser humano en tanto que ser racional. Si uno mismo no puede modificar el curso de los acontecimientos que le afectan, puede en cambio ser el dueño de la manera en que los acoge y cómo reacciona ante ellos. Dios le ha dejado el disfrute de lo esencial: el buen uso de la razón. El cilindro no se desplaza como el cono, y el necio no reacciona como el sabio: es la práctica de la filosofía lo que permite perfeccionar mi razón para emplear el sano juicio ante el mundo que me rodea.

Si bien Crisipo se esfuerza en conciliar el fatum stoicum con la acción y la moralidad, su respuesta no fue suficientemente comprendida por sus adversarios, que hasta el final de la antigüedad no cesarán de esgrimir las mismas objeciones contra esta escuela.

Fatalismo y religión [editar]

Artículo principal: Libre albedrío

Se habla a menudo del fatalismo musulmán, en el sentido de que el Islam afirma la determinación incondicional del devenir por la voluntad de Dios todopoderoso. En la tercera sura del Corán, Mahoma exhorta a sus fieles a la guerra santa tras un revés militar difícil pero pasajero, sufrido tras la batalla de Uhud en el año tercero de la Hégira (625) y que sembró la desmoralización entre sus partidarios. A los derrotistas que afirmaban que «los nuestros no habrían sido muertos si nos hubieran obedecido» (Sura 3, v. 162), el Coran responde que la hora de la muerte está incondicionalmente fijada por Dios, de manera que morimos a la hora por Él decidida: «Lo que os ha sucedido el día del encuentro de las dos tropas ha ocurrido con permiso de Dios» (sura 3, v 160).[1]

Diderot resumía el dogma del fatalismo musulmán en una carta a Sophie Volland en 1759 : «(Mahoma) predica el dogma de la fatalidad, que inspira la audacia y el desprecio a la muerte; el peligro es, a ojos del fatalista, el mismo para el que empuña el hierro en el campo de batalla que para aquel que descansa en una cama; el momento de peligro es irrevocable, y toda prudencia humana es vana ante el Eterno, que ha encadenado todas las cosas con un lazo que incluso su misma voluntad no puede aflojar ni apretar».

Esta visión del islam como una religión determinista no es, empero, unánime.

Por su parte, la reforma luterana propugnada por Martín Lutero introdujo el determinismo en el mundo cristiano, negando el libre albedrío, como lo haría también el calvinismo o el jansenismo. Este último profesa la imposibilidad para el ser humano de liberarse de la tentación del pecado por sus propias fuerzas, del cual sólo la gracia divina puede liberarle.

Estas posturas dentro del cristianismo polemizarán con la ortodoxia católica, que reconoce la existencia del libre albedrío, inclinándose hacia una visión opuesta conocida como voluntarismo.

El fatalismo moderno: Diderot [editar]

El fatalismo de los materialistas franceses [editar]

Paul Henri Dietrich, barón D´Holbach.

El fatalismo conoció un nuevo auge durante la Ilustración gracias a los filósofos materialistas inspirados en el determinismo espinozista cuyos máximos representantes son La Mettrie, d'Holbach y Diderot.

Los contemporáneos (el abad Pluquet, Le Guay de Prémontval o Lelarge de Lignac) le llamaron « fatalismo moderno » a esta corriente para distinguirla del « fatalismo antiguo » de los estoicos. Una diferencia fundamental entre las dos corrientes estriba en la radicalidad del necesitarismo de los modernos: para La Mettrie, d’Holbach y Diderot, el sujeto no es dueño de su voluntad ni de su juicio, que están determinados por el carácter innato y las modificaciones sufridas por la educación. Como dirá Diderot en los Elementos de fisiología, « la voluntad no es menos mecánica que el entendimiento; la volición precede a la acción de las fibras musculares; pero la volición sigue a la sensación; son dos funciones del cerebro; son corporales ». Ya en la Carta a Landois, escribía en 1756:

Obsérvelo de cerca, y verá que la palabra libertad es una palabra vacía de significado; que no puede haber seres libres; que no somos otra cosa que aquello que conviene al orden general, a la organización, a la educación y a la cadena de acontecimientos. He ahí lo que dispone de nosotros invenciblemente. No se concibe un ser que actúe sin la atadura o bien de una naturaleza o de una causa cualquiera que no está en nosotros.

Si el fatalismo excluye toda libertad, ¿cómo fundamentar conceptualmente la responsabilidad penal y moral del ser humano?

La ley, elemento de determinación del comportamiento [editar]

Herencia de las controversias de la antigüedad, el argumento antifatalista fue objetado por los fatalistas modernos. Diderot replica que no solamente el fatalismo es compatible con la responsabilidad, sino que es fuente de virtudes morales.

Esta doctrina afirma que el hombre está determinado por toda suerte de causas, y entre ellas figuran los castigos y recompensas, que modificando al ser humano le hace respetar las leyes y el orden social. Este extremo queda bien claro en la Carta a Landois : « aunque el hombre, bueno o malo, no sea libre, no por ello es menos modificable; es por eso que debe destruirse al dañino en la plaza pública ». El castigo no deja de ser útil desde la perspectiva de la absoluta fatalidad, y en ese sentido es uno de los determinantes de la la conducta humana. La sociedad debe entonces continuar castigando a los criminales aún no siendo estos libres: su castigo disuade a los demás de seguir su ejemplo.

Pero, ¿no es criminal ejecutar a un pobre diablo empujado al crimen por herencia o por mala educación? La respuesta de los fatalistas modernos es que el castigo es la legítima defensa de la sociedad, medio necesario para mantener el orden público. Forzoso es ejecutar a aquel a quien el castigo no ha disuadido del crimen. El barón d’Holbach lo afirma en su Sistema de la naturaleza, en el capítulo titulado « Examen de la opinión que pretende que el sistema del fatalismo es peligroso » :

Si la sociedad tiene derecho a conservarse a sí misma, tiene el derecho de emplear los medios para hacerlo; tales medios son las leyes, que presentan a los hombres los motivos para disuadirles de las acciones dañinas. ¿Que estos motivos no son suficientes? La sociedad, por su propio bien, está obligada a quitarles el poder de dañar.

El fatalismo fundamenta así el castigo tanto por su valor disuasorio como defensivo, e incluso va a darle la vuelta a la cuestión para oponerse a los partidarios del libre arbitrio: si el ser humano fuera radicalmente libre entonces no tendría la capacidad de ser modificado por la ley, los castigos o las recompensas. La tesis del libre arbitrio tendría como consecuencia la anulación de toda ley: sólo el fatalismo permite el mantenimiento del orden social.

Fatalismo y virtud [editar]

El fatalismo es presentado por Diderot como fuente de virtudes como la modestia o la clemencia. El sabio es consciente de que toma sus virtudes de la naturaleza y la necesidad, y no de su libertad. De manera que no se enorgullece, al contrario que el librearbitrista que cree, sin razón, haberse dado a sí mismo sus cualidades morales. Inversamente, no se mortifica por ser quien es, sabiendo que su vicio es producto de una educación incorrecta o una herencia dañina.

En el sistema fatalista de Diderot no hay sitio para la virtud o el vicio, sino para el hecho de haber sido « feliz o infelizmente nacido ». Diderot pondrá en práctica estas tesis en su novela Jacques el Fatalista.

La aparición del concepto de determinismo a principios del siglo XIX tendrá como consecuencia la extinción del uso de la palabra "fatalismo" para designar este sistema filosófico, y con ello se perderá parte de su connotación negativa.

Crítica filosófica: fatalismo y determinismo [editar]

Artículo principal: Determinismo

En el siglo XIX la noción de fatalismo adquirió una connotación peyorativa en la cultura filosófica, y se opondrá al determinismo, que verá en el fatalismo una creencia supersticiosa ajena a la ciencia.

El determinismo se refiere a la determinación condicional de los acontecimientos en virtud del principio de causalidad que hace que una consecuencia se derive necesariamente en cuanto el antecedente es efectivo: si A (la causa) se realiza, entonces B (el efecto) tendrá lugar. El determinismo permite la subsistencia de la razón (en tanto que el devenir está gobernado por un principio inteligible) y de la acción (pues la consecuencia solamente es necesaria en la medida en que lo sea el antecedente).

El fatalismo, en cambio, establece la determinación incondicional del suceso, sea cual sea la determinación del antecedente, tesis que excluye la razón (en la medida en que la relación causal no es comprensible) y la acción (¿para qué molestarse en forzar lo inevitable?)

Sartre, que no era determinista, escribió en El ser y la nada:

Se puede afirmar que el determinismo, si se tiene la precaución de no confundirlo con el fatalismo, resulta más humano que la teoría libre albedrío: si, en efecto, pone de relieve los condicionantes de nuestros actos, al menos da razón de cada uno de ellos, si se limita estrictamente a la física y renuncia a buscar un condicionante en el conjunto del universo, muestra que la atadura de nuestros actos está en nosotros mismos: actuamos tal y como somos y nuestros actos contribuyen a hacernos.

Si bien esta noción tiene hoy connotaciones negativas, no siempre fue así, como muestra el fatalismo antiguo de los estoicos o el materialismo de los filósofos franceses de la Ilustración.

Referencias [editar]

  1. Corán. Trad,. de Juan Vernet, Plaza & Janés, 1990, ISBN 978-84-01-37054-0

Véase también [editar]

Bibliografía [editar]

  • Émile Bréhier, Chrysippe et l'ancien stoïcisme, P.U.F., Paris, 1951 ;
  • Cicerón, Traité du destin, trad. É. Bréhier revisada por P. Aubenque, en Les Stoïciens, Gallimard, Bibliothèque de la Pléiade, Paris, 1983 (1ª ed. 1962) ; Traité du destin, trad. A. Yon, Les Belles Lettres, Paris, 1923 ; De la divination, trad. G. Freyburger et J. Scheid, Les Belles Lettres, Paris, 1992 ;
  • Paul Thiry baron d'Holbach, La Politique naturelle, Fayard, Paris, 1998 ; Le Christianisme dévoilé, ou Examen des principes et des effets de la religion chrétienne, par feu M. Boulanger, Londres, 1766 ; Le Militaire Filosophe, ou Difficultés sur la religion proposée au R. P. Malebranche, prêtre de l'Oratoire, par un ancien officier, Londres, 1770 ; Système de la nature ou des lois du monde physique et du monde moral, Paris, 1821 ; Théologie portative ou dictionnaire abrégé de la Religion chrétienne, Londres, 1770 ;
  • Denis Diderot, Jacques le Fataliste et son Maître, Gallimard, Paris, 1973 ; Supplément au Voyage de Bougainville, Droz, Genève, 1955 ;
  • Epícteto, Entretiens et Manuel ;
  • Lucrecio, De la nature. De natura rerum, trad. J. Kany-Turpin, Garnier-Flammarion, Paris, 1998 ;
  • Baruch Spinoza, Œuvres complètes, trad. R. Caillois, M. Francès et R. Misrahi, Gallimard, Paris, 1984 ; Traité politique, trad. S. Zac, Vrin, Paris, 1987 ;
  • Bibliografía completa, en francés.

Enlaces externos [editar]

(en francés)

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO2: FATALIDAD. Por fatalidad del latín fathum (ananké, en griego), se entiende un suceso inevitable, generalmente infeliz, relacionado con el hado o el hado inevitable. Fatalidad es sinónimo de desdicha, desgracia, desventura, adversidad, infortunio. Antónimos serían: felicidad, dicha, suerte, fortuna.

Fatalidad

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Por fatalidad del latín fathum (ananké, en griego), se entiende un suceso inevitable, generalmente infeliz, relacionado con el hado o el hado inevitable. Fatalidad es sinónimo de desdicha, desgracia, desventura, adversidad, infortunio. Antónimos serían: felicidad, dicha, suerte, fortuna.

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En las Frases Célebres [editar]

Algunas frases célebres con este término serían:

La fatalidad es el resultado de un cálculo, del cual algunos factores son incógnitas. Napoleón.

Fatalidad es el nombre que se da a todas las pasiones, a todas las faltas, a todos los errores humanos, cuando llega la hora del castigo. Alejandro Dumas.

Yo creo a pies juntillas en la fatalidad divina, pero no en esa de la que habláis vosotros. Robert Fisk.

En la Poesía [editar]

FATALIDAD

Miguel Mateos (Argentina)


Tengo lo sagrado

tengo lo prohibido

tengo lo que nadie ha tenido


Fatalidad, fatalidad...

no tengo tu amor

nada si no tengo tu amor

sólo un corazón envuelto en llamas


Pilas de dinero

en el mundo entero

malgasto por un poco de alegría


Fatalidad, fatalidad...

no tengo tu amor

nada si no tengo tu amor

solo un corazón envuelto en llamas


Fatalidad, fatalidad...

no tengo tu amor

nada si no tengo tu amor

grande es mi pasión

y tu indiferencia


Fatalidad, llévate todo

si ella no está

serenidad, solo un poco

de serenidad.


Hablo con las brujas

consulto chamanes

para que me tengas en tus planes


Fatalidad, fatalidad...

no tengo tu amor

nada si no tengo tu amor

y no tengo tu amor


Tengo lo sagrado

tengo lo prohibido

tengo lo que nadie ha tenido

y no tengo tu amor...

En la Literatura [editar]

"Como la fatalidad enseña, el camino ha de recorrerse en todas direcciones porque nadie se libra de la definitiva hora y a nadie se le otorga el poder de elegir el modo en que ha de morir". Una Estancia en el Cairo, Mili Crespo.

"El Español tiene el sentido del deber y no el de la reivindicación, tan querido del Francés. En general, no se queja y acepta su condición, con esa fatalidad heredada de la ocupación árabe". "Guide bilingue ménager", citada por Juan Goytisolo.

 

"El hijo del rey moro Alcarez

El Arcipreste narra (estrofa 123-139) lo que aconteció al hijo del rey moro Alcarez. Al nacer el niño, cinco astrólogos hacen un horóscopo para ver su signo y su suerte. Cada uno de los cinco da un juicio distinto, uno ve que el niño muere apedreado, el segundo dice que morirá quemado, el tercero que morirá despeñado, el cuarto adivina que morirá colgado y el último ve que morirá ahogado.

Al ver el rey el desacuerdo y diferencia entre sus juicios ordenó encarcelarlos. Pero la fatalidad hizo que se cumplieran las predicciones. Al hacerse mayor el niño, un día sale de caza y muere apedreado, quemado, despeñado, colgado y ahogado. Por lo tanto el rey manda liberar a los astrólogos por haber acertado en sus predicciones". Sobre el "Libro de Buen Amor", de Juan Ruiz, citado por Waleed Saleh Alkhalifa.

En la Filosofía [editar]

"Nuestra vida se decide a sí misma, se anticipa. No nos es dada hecha -como la trayectoria de la bala a que aludí el día anterior. Pero consiste en decidirse porque vivir es hallarse en un mundo no hermético, sino que ofrece siempre posibilidades. El mundo vital se compone en cada instante para mí de un poder hacer esto o lo otro, no de un tener que hacer por fuerza esto y solo esto. Por otra parte, esas posibilidades no son ilimitadas -en tal caso no serían posibilidades concretas, sino la pura indeterminación, y en un mundo de absoluta indeterminación, en que todo es igualmente posible, no cabe decidirse por nada. Para que haya decisión tiene que haber a la vez limitación y holgura, determinación relativa. Esto expreso con la categoría "circunstancias". La vida se encuentra siempre en ciertas circunstancias, en una disposición en torno -circum- de las cosas y demás personas. No se vive en un mundo vago, sino que el mundo vital es constitutivamente circunstancia, es este mundo, aquí, ahora. Y circunstancia es algo determinado, cerrado, pero a la vez abierto y con holgura interior, con hueco o concavidad donde moverse, donde decidirse: la circunstancia es un cauce que la vida se va haciendo dentro de una cuenca inexorable. Vivir es vivir aquí, ahora -el aquí y el ahora son rígidos, incanjeables, pero amplios. Toda vida se decide a sí misma constantemente entre varias posibles. Astra inclinant, non trahunt -los astros inducen pero no arrastran. Vida es, a la vez, fatalidad y libertad, es ser libre dentro de una fatalidad dada. Esta fatalidad nos ofrece un repertorio de posibilidades determinado, inexorable, es decir, nos ofrece diferentes destinos. Nosotros aceptamos la fatalidad y en ella nos decidimos por un destino. Vida es destino. Espero que nadie entre los que me escuchan crea necesario advertirme que el determinismo niega la libertad. Si, lo que no creo, me dijese esto, yo le respondería que lo siento por el determinismo y por él. El determinismo, en el mejor caso es, más exactamente, era una teoría sobre la realidad del Universo. Aunque fuese cierta no era más que una teoría, una interpretación, una tesis conscientemente problemática que era preciso probar. Por lo tanto, aunque yo fuese determinista no podría dejar que esa teoría ejerciese efectos retroactivos sobre la realidad primaria e indubitable que ahora describimos. Por muy determinista que sea el determinista, su vivir como tal es relativamente indeterminado y él se decidió en un cierto momento entre el determinismo y el indeterminismo". ¿Qué es Filosofía?, José Ortega y Gasset.

En la Sabiduría Popular [editar]

"El Determinismo lleva a la Fatalidad, a pensar que nadie puede escapar a su destino, que no somos libres para tomar una decisión, porque ésta nos viene condicionada, "determinada" por causas que escapan a nuestra voluntad. Muchos millones de seres humanos creen sinceramente en el Determinismo, como los musulmanes en todas sus variantes.

Albedrío es la facultad de obrar a su antojo. Hacer lo que le plazca, dentro de lo que cabe, se diría en España. Albedrío es la capacidad, facultad o potestad de elegir libremente. Los cristianos creen firmemente en esta idea. Para ellos, Dios conoce el Presente, el Pasado y el Futuro, pero eso no impide que "el hombre" (curioso, pero nunca dicen el ser humano) pueda libremente salvarse o condenarse". Máximo Kinast.

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"Así ha sido y será siempre. El bien sigue al mal, y viceversa; el uno es la causa del otro. Se engañan quienes creen poder escapar a tales vicisitudes por la fuerza de la oración y del ayuno". Nicolás Maquiavelo.

Véase también [editar]

Enlaces externos [editar]

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO2: BIEN COMÚN (FILOSOFÍA). Por Bien común se entiende, en filosofía en general, aquello que es compartido por y de beneficio (en el sentido de un mejoramiento general, no solo físico o económico) a todos los miembros de una comunidad: “El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección.”

Bien común (filosofía)

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Por Bien común se entiende, en filosofía en general, aquello que es compartido por y de beneficio (en el sentido de un mejoramiento general, no solo físico o económico) a todos los miembros de una comunidad: “El bien común abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección.” [1]

En esta concepción el bien común no es la suma de los bienes de cada uno de los miembros de la sociedad ya que ese bien es indivisible y solo con la colaboración de todos puede ser alcanzado, aumentado y protegido.[2] Afecta a la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún por la de aquellos que ejercen la autoridad.[3] Posiciones fuertemente influidas por este punto de vista ha sido incorporado en las constituciones y legislaciones de numerosos países y es extante en la posicion de la iglesia catolica. por ejemplo, en la Doctrina Social de la Iglesia, a partir de la enciclica Rerum Novarum. En la encíclicas posteriores se ha seguido profundizando en su concepto.

Esta percepcion deriva de los clásicos griegos (principalmente Platón y Aristóteles) a través de la tradicion escolástica, especialmente del trabajo de quien es considerado su mas grande representante: Tomás de Aquino, quien re introduce el tema en su Suma teológica -cuestión 98- cuando al hablar sobre la esencia de la ley afirma que esta:

no es más que una prescripción de la razón, en orden al bien común, promulgada por aquel que tiene el cuidado de la comunidad

Así el bien común es también fin común. Algo no necesariamente existente, pero a ser obtenido. En las palabras de Píndaro: "llega a ser el que eres". A partir de eso, de Aquino sugiere:

constituyéndose la ley ante todo por orden al bien común, cualquier otro precepto sobre un objeto particular no tiene razón de ley sino en cuanto se ordena al bien común. Por tanto, toda ley se ordena al bien común

Parece seguir entonces que seria el deber común o general adecuar la acción de todos y cada uno (por lo menos, dentro de ciertos limites) a la preservación u obtención de ese bien común: “Si toda comunidad humana posee un Bien Común que la configura en cuanto tal, la realización más completa de este Bien Común se verifica en la comunidad política. Corresponde al Estado defender y promover el Bien Común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones intermedias” (CIC, n. 1910).

 

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En la Rerum Novarum [editar]

Algunas menciones en la Rerum Novarum:

A través de estas cosas queda al alcance de los gobernantes beneficiar a los demás órdenes sociales y aliviar grandemente la situación de los proletarios, y esto en virtud del mejor derecho y sin la más leve sospecha de injerencia, ya que el Estado debe velar por el bien común como propia misión suya. Y cuanto mayor fuere la abundancia de medios procedentes de esta general providencia, tanto menor será la necesidad de probar caminos nuevos para el bienestar de los obreros.
Rerum novarum, núm. 23
Mas, aunque todos los ciudadanos, sin excepción alguna, deban contribuir necesariamente a la totalidad del bien común, del cual deriva una parte no pequeña a los individuos, no todos, sin embargo, pueden aportar lo mismo ni en igual cantidad. Cualesquiera que sean las vicisitudes en las distintas formas de gobierno, siempre existirá en el estado de los ciudadanos aquella diferencia sin la cual no puede existir ni concebirse sociedad alguna. Es necesario en absoluto que haya quienes se dediquen a las funciones de gobierno, quienes legislen, quienes juzguen y, finalmente, quienes con su dictamen y autoridad administren los asuntos civiles y militares. Aportaciones de tales hombres que nadie dejará de ver que son principales y que ellos deben ser considerados como superiores en toda sociedad por el hecho de que contribuyen al bien común más de cerca y con más altas razones. Los que ejercen algún oficio, por el contrario, no aprovechan a la sociedad en el mismo grado y con las mismas funciones que aquéllos, mas también ellos concurren al bien común de modo notable, aunque menos directamente. Y, teniendo que ser el bien común de naturaleza tal que los hombres, consiguiéndolo, se hagan mejores, debe colocarse principalmente en la virtud. De todos modos, para la buena constitución de una nación es necesaria también la abundancia de los bienes del cuerpo y externos, «cuyo uso es necesario para que se actualice el acto de virtud». Y para la obtención de estos bienes es sumamente eficaz y necesario el trabajo de los proletarios, ya ejerzan sus habilidades y destreza en el cultivo del campo, ya en los talleres e industrias. Más aún: llega a tanto la eficacia y poder de los mismos en este orden de cosas, que es verdad incuestionable que la riqueza nacional proviene no de otra cosa que del trabajo de los obreros. La equidad exige, por consiguiente, que las autoridades públicas prodiguen sus cuidados al proletario para que éste reciba algo de lo que aporta al bien común, como la casa, el vestido y el poder sobrellevar la vida con mayor facilidad. De donde se desprende que se habrán de fomentar todas aquellas cosas que de cualquier modo resulten favorables para los obreros. Cuidado que dista mucho de perjudicar a nadie, antes bien aprovechará a todos, ya que interesa mucho al Estado que no vivan en la miseria aquellos de quienes proveen unos bienes tan necesarios.
Rerum novarum, núm. 25

En el pensamiento de Maritain [editar]

El Bien común es uno de los conceptos claves de la filosofía política de Jacques Maritain. Para este filósofo católico el fin de la sociedad política es perseguir el bien común. Pero este bien común no es la mera suma de los bienes particulares, pues, como Aristóteles nos enseña, "incluso en el orden matemático seis es algo más que tres más tres". Es decir que el número seis tiene vigencia propia e independiente de los sumandos, e incluso puede ser resultado de otros diferentes. Y a su vez puede combinarse con entidad propia en la serie de los números en cifras de valor absoluto y relativo ad infinitum.

Repite con Santo Tomás que "cada persona individual es, con respecto a toda la comunidad, lo que la parte con respecto al todo". Esto diferencia el modo de pertenencia a la sociedad estatal de cualquier otra de fines específicos. El hombre se compromete por completo en esta sociedad civil, su vida, sus bienes, su honor. No así en un sindicato, un club o una academia.

Pero ese compromiso, aunque total, no ocurre en virtud de cuanto hay en la persona y cuanto le pertenece. "Formo parte del Estado – dice Maritain – en razón de ciertas relaciones con cosas de la vida común que afectan a todo mi ser, pero en razón de otras relaciones (que también afectan a todo mi ser), con cosas más importantes que la vida en común hay en mí bienes y valores que no existen por el Estado ni para el Estado y que están fuera del Estado". [4]

Por su carácter de bonum el bien común no puede ser una resultante del simple querer individual, el pecado rousseaniano de desencajar la voluntad de su propia naturaleza. La mayoría ni la unanimidad pueden cambiar la idiosincrasia de la bondad. La democracia no es simple aritmética. Los valores humanos no obedecen a criterios estadísticos. La calidad no es procreación de la cantidad.

Por su carácter de común este bien abarca tanto a la sociedad como a la persona. Es pues común "al todo y a las partes, digo a las partes como si fueren todos, porque la noción misma de persona, significa totalidad". En otras palabras, en tanto se es "individuo" se es parte de la sociedad y en cuanto se es "persona ", es decir, algo más que simple fragmento de materia, se participa de lo social en cuanto se permite al hombre la realización plena de sus más altas funciones en este sentido, "per se". No es el ser humano simple elemento sirviente del Estado. Este personalismo de Maritain es asiento básico para condenar toda forma de totalitarismo que siempre pretende absorber hasta las funciones más espirituales del ciudadano. Y al mismo tiempo implica un rechazo de la tesis individualista liberal que considera al hombre como simple átomo social.

Aunque resulta obvio no está de más insistir, y es el propio Maritain quien lo expresa, que el individuo y la persona no son dos seres distintos:

"No existe en mí una realidad que se llama individuo y otra que se dice persona, sino que es un mismo ser, el cual, en un sentido es individuo y en otro es persona. Todo yo soy individuo en razón de lo que poseo por la materia, y todo entero, persona, por lo que me viene del espíritu".

Según Maritain, el bien común implica tres elementos fundamentales:

1) redistribución, ayuda al desarrollo personal; 2) autoridad, es su fundamento; y 3) moralidad intrínseca.

Es decir, que la función del bien común obliga a compartir los bienes sociales para beneficio de la persona, para su perfección. De ahí que todo bien comunitario revierte sobre las personas, se redistribuye la participación común. Maritain en frase feliz trató de resumir o de empatar el doble aspecto de su doctrina: personalismo comunitario. La autoridad ha de imponerse solo tanto cuanto sea necesario a estos propósitos comunitarios. Y no se puede justificar el maquiavelismo para explicar la acción estatal. Una ley injusta no es ley.

Elementos de la definición [editar]

Implica:

    • Respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del Bien Común, las autoridades están obligadas a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana. La sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación. En particular, el Bien Común reside en las condiciones de ejercicio de las libertades naturales que son indispensables para el desarrollo de la vocación humana: “derecho a actuar de acuerdo con la recta norma de su conciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad, también en materia religiosa” (GS 26, 2)” (CIC, n. 1907);
    • Bienestar social y desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales. Ciertamente corresponde a la autoridad decidir, en nombre del Bien Común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una familia, etc. (Cfr. GS 26, 1)” (CIC, n. 1908);
    • Implica “paz”, es decir, estabilidad y seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad garantiza por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros. El Bien Común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva (CIC, n. 1909).

En definitiva son cuatro los elementos que constituyen el Bien Común: 1.- Las condiciones sociales de paz, justicia y libertad; 2.- Un conjunto de bienes materiales, educativos, éticos; 3.- Equidad en el reparto de esos bienes; y 4.- Una adecuada organización social.

Características del bonun commune [editar]

  • Es objetivo

Es uno de los principios que rigen la vida social que es preciso tener siempre presente. Es también uno de los conceptos más desgastados y ambiguos, pues se lo confunde con bienestar, o calidad de vida -visión ampliada del bienestar-. Pero estos conceptos centran el fin de la sociedad en el individuo autónomo y nada tienen que ver con el concepto de Bien Común.

  • Deriva de la naturaleza humana

El concepto de Bien Común “está íntimamente ligado a la naturaleza humana. Por ello no se puede mantener su total integridad más que en el supuesto de que, atendiendo a la íntima naturaleza y efectividad del mismo, se tenga siempre en cuenta el concepto de la persona humana” (PT, n. 55).

No es la suma de los bienes individuales, tampoco la sociedad es la mera suma de los individuos. La sociedad es necesaria para que la persona se realice como tal, y debe presentar una serie de condiciones que hagan posible el desarrollo simultáneo de la persona y de ella misma, hacia la perfección que se dará histórica y culturalmente. No hablamos aquí de unas condiciones mínimas de desarrollo, ni de algo necesariamente material (aunque lo material forma parte de la “integridad” del desarrollo humano). Hablamos de condiciones de posibilidad.

  • Redunda en provecho de todos

“El Bien Común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: ‘el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas y no al contrario’ [...]. Este orden tiene por base la verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor” (CIC, n. 1906-9 y 1912).

En cuanto a la subordinación a las exigencias del Bien Común, las personas “deben proceder necesariamente sin quebranto alguno del orden moral y del derecho establecido, procurando armonizar sus derechos y sus intereses con los derechos y los intereses de las demás categorías económicas profesionales, y subordinar los unos y los otros a las exigencias del Bien Común” (MM, n. 147), “aunque en grados diversos, según las categorías, méritos y condiciones de cada ciudadano. Por este motivo, los gobernantes han de orientar sus esfuerzos a que el Bien Común redunde en provecho de todos, sin preferencia alguna por persona o grupo social determinado [...]. No se puede permitir en modo alguno que la autoridad civil sirva al interés de unos pocos, porque está constituida para el Bien Común de todos. Sin embargo, razones de justicia y de equidad pueden exigir, a veces, que los hombres de gobierno tengan especial cuidado de los ciudadanos más débiles, que pueden hallarse en condiciones de inferioridad, para defender sus propios derechos y asegurar sus legítimos intereses” (PT, n. 56). “Todo grupo social debe tener en cuenta las necesidades y las legítimas aspiraciones de los demás grupos” (GS, n. 26).

“La persona [...] se ordena al Bien Común, porque la sociedad, a su vez, está ordenada a la persona y a su bien, estando ambas subordinadas al bien supremo, que es Dios” (IBÁÑEZ LANGLOIS, JOSÉ MIGUEL, o.c., p. 86).

La sociedad se ordena a la persona, “en consecuencia, el bien de la persona está por encima (es la razón de ser) del Bien Común. Pero el hombre, como individuo, se ordena al Bien Común: el Bien Común está por encima del bien individual. El bien de la persona no se alcanza sino en su trascenderse en la búsqueda del Bien Común” (Ibídem.).

Sencillamente, no pueden oponerse Bien Común y bien de la persona: la persona que se cierra en su individualidad frustra su propio bien, a la par que frustra la posibilidad de la consecución del bien de los demás.

“El Bien Común de un grupo social es pues el fin común por el cual los integrantes de una sociedad se han constituido y relacionado en ella. Ese Bien Común tiene como característica distintiva el hecho de que por su propia naturaleza es esencialmente participable y comunicable a los integrantes del grupo social” (ZANOTTI GABRIEL, Economía de Mercado y Doctrina Social de la Iglesia, Edit El Belgrano, p. 22).

  • Abarca a todo el hombre

“Abarca a todo el hombre, es decir, tanto a las exigencias del cuerpo como a las del espíritu. De lo cual se sigue que los gobernantes deben procurar dicho bien por las vías adecuadas y escalonadamente, de tal forma que, respetando el recto orden de los valores, ofrezcan al ciudadano la prosperidad material y al mismo tiempo los bienes del espíritu” (PT, n. 57). “Abarca todo un conjunto de condiciones sociales que permitan a los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección” (MM, n. 19).

El hombre, por tener un cuerpo y un alma inmortal, no puede satisfacer sus necesidades de un modo absoluto ni conseguir en esta vida mortal su perfecta felicidad. Esta es la razón por la cual el Bien Común debe procurarse por tales vías y con tales medios, que no sólo no pongan obstáculos a la salvación eterna del hombre, sino que, por el contrario, le ayuden a conseguirla (Cfr. PT, n. 59).

  • Obliga al Estado

“La razón de ser de cuantos gobiernan radica por completo en el Bien Común. De donde se deduce claramente que todo gobernante debe buscarlo, respetando la naturaleza del propio Bien Común y ajustando al mismo tiempo sus normas jurídicas a la situación real de las circunstancias” (PT, n. 54).

Siendo superior al interés privado, es inseparable del bien de la persona humana, comprometiendo a los poderes públicos a reconocer, respetar, acomodar, tutelar y promover los derechos humanos y a hacer más fácil el cumplimiento de las respectivas obligaciones. Por consiguiente, la realización del Bien Común puede considerarse la razón misma de ser de los poderes públicos, los que están obligados a llevarlo a cabo en provecho de todos los ciudadanos y de todo hombre -considerado en su dimensión terrena-temporal y trascendente- respetando una justa jerarquía de valores, y los postulados de las circunstancias históricas (Cfr. PT: AAS 55 (1963) 272).

“Si toda comunidad humana posee un Bien Común que la configura en cuanto tal, la realización más completa de este Bien Común se verifica en la comunidad política. Corresponde al Estado defender y promover el Bien Común de la sociedad civil, de los ciudadanos y de las instituciones intermedias” (CIC, n. 1910).

Ha de ser considerado como un valor de servicio y de organización de la vida social, del nuevo orden de la convivencia humana. Pero no sólo el Estado debe aportar las condiciones, es tarea de todos.

Caben dos extremos:

    • El Estado “providencia” que se encarga de todo, peca por exceso. Se busca el perfeccionamiento del hombre, pero éste ha de poner de su parte. Si el Estado impone las condiciones coarta la libertad individual.
    • El Estado liberal en el que cada uno se ocupa de sí mismo, peca por defecto.
  • Obliga al ciudadano

“Todos los individuos y grupos intermedios tienen el deber de prestar su colaboración personal al Bien Común. De donde se sigue la conclusión fundamental de que todos ellos han de acomodar sus intereses a las necesidades de los demás, y deben enderezar sus prestaciones en bienes o servicios al fin que los gobernantes han establecido, según normas de justicia y respetando los procedimientos y límites fijados por el gobierno” (PT, n. 53).

Actualmente al no afrontarse con frecuencia los problemas sociales “según criterios de justicia y moralidad”, sino de acuerdo con criterios económicos e ideológicos, “se está perdiendo en la sociedad la capacidad de decidir según el Bien Común; y esto está provocando, en el individuo, una creciente incapacidad para encuadrar los intereses particulares en una visión coherente del Bien Común” (CA, n. 47).

 

Referencias [editar]

  1. Juan XXIII: " Pacem in terris", citado en Concepto del Bien Común.
  2. Esta definición se toma de la que aparece en el Compendio Doctrina Social de la Iglesia, 164.
  3. Cf. CIC, n. 1906; cfr. GS, n. 26,1; 74, 1; cfr. MM, n.65; cf. PIO XII, Radiomensaje Navidad 1942 Con sempre nuova (24-XII-1942): AAS 35 (1943) 13.

 

Enlaces externos [editar]

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO: TEORÍA DE LA ACCIÓN RAZONADA. Las acciones se basan en las actitudes individuales, por lo que una teoría de la acción consiste esencialmente en una descripción de las actitudes. La información que permite la formación de las mismas es de tipo cognitivo, afectivo y conductual. La información cognitiva se refiere a las creencias y al conocimiento que poseemos acerca de un objeto. En forma similar, la información referida a las demás personas se basa en dichos componentes y es una causa importante de la formación de nuestra respuesta afectiva.

Teoría de la acción razonada

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Las acciones se basan en las actitudes individuales, por lo que una teoría de la acción consiste esencialmente en una descripción de las actitudes. La información que permite la formación de las mismas es de tipo cognitivo, afectivo y conductual.

La información cognitiva se refiere a las creencias y al conocimiento que poseemos acerca de un objeto. En forma similar, la información referida a las demás personas se basa en dichos componentes y es una causa importante de la formación de nuestra respuesta afectiva.

La información conductual también influye en las actitudes, ya que evaluamos nuestras propias actitudes en forma similar a cómo lo hacemos con las de los demás.

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El modelo de Ajzen y Fishbein [editar]

El modelo de actitudes mejor conocido, que vincula creencias y evaluaciones, es el propuesto por I. Ajzen y M. Fishbein. Esta teoría es un modelo general de las relaciones entre actitudes, convicciones, presión social, intenciones y conducta, pero por ahora nos centraremos sólo en sus implicaciones para la formación de actitudes.

Los autores plantearon la hipótesis de que las actitudes están determinadas por las características que los observadores asocian con un objeto (sus creencias acerca del objeto). En el modelo se propone una fórmula que especifica cómo se integran las creencias importantes de los individuos para formar una actitud general:


Ao = ∑ bi ei (Suma desde i=1 hasta i=n)


en la que Ao es la actitud hacia el objeto, significa sumatoria, bi es la creencia i sobre el objeto, ei es la evaluación de la característica involucrada en la creencia i y n es el número de creencias importantes.

Cada convicción (b) es una probabilidad, comprendida entre 0 y 1, que manifiesta la certeza con la que se relaciona la característica del objeto (la intensidad de la creencia). Cada evaluación (e) es una valoración comprendida entre -3 y +3, que refleja el valor positivo o negativo que asociamos a la característica.

Ejemplo de aplicación [editar]

Imaginemos que le preguntamos a María su actitud acerca de los perros y digamos que nos contesta que es moderadamente positiva: +2 en una escala de -3 a +3. Otro individuo, José, señala una actitud un poco negativa: -1 en la misma escala. María diría que los perros son: “amistosos, lindos, ruidosos y juguetones”. José diría que son “violentos, escandalosos y leales”. Es evidente que estas distintas creencias explicarían las actitudes generales diferentes.

María está segura de que los perros son amistosos (b = 0,9), moderadamente segura de que son lindos (b = 0,7), algo segura de que son ruidosos (b = 0,4) y muy segura de que son juguetones (b = 0,8). Además, evaluó lo amistosos en forma muy positiva (e = +3), la agudeza como ligeramente positiva (e = +1), lo ruidosos algo negativamente (e = -1) y juguetones moderadamente positivo (e = +2).

Para conseguir una estimación de la actitud general de María a partir de estos componentes de sus creencias, Ajzen y Fishbein multiplicaron 0,9 por +3 (amistosos), 0,7 por +1 (agudeza), 0,4 por -1 (ruidosos) y 0,8 por +2 (juguetones) y sumaron los productos dando + 4,6. Por eso, la actitud general de María será favorable.

En el caso de José, la evaluación se calculó de la siguiente forma: 0,7 por -3 (violentos), 0,8 por -1 (escandalosos) y 0,6 por +2 (leales), dando una actitud negativa de -1,7.

Origen de las creencias [editar]

Si las actitudes se basan en las creencias, entonces comprender la formación de actitudes demanda considerar el origen de las creencias.

Las creencias basadas en experiencias directas con un objeto son más accesibles que las creencias basadas en experiencias indirectas, por lo que en el primer caso las actitudes correspondientes predicen mejor las conductas basadas en ellas que las previstas en el segundo caso.

Congruencia entre actitudes y conducta [editar]

En primer lugar, las medidas de las actitudes y las conductas deben ser compatibles. Esto es, si la medida de la actitud valora una actitud general (hacia un objeto, persona o tema), entonces la medida de la conducta debe también ser general. En contraste, si la medida de la actitud evalúa una actitud específica (hacia una conducta), entonces la medida de la conducta debe también ser específica.

El segundo factor que influye en la congruencia entre actitudes y conductas es la naturaleza de estas últimas. Las actitudes predicen las conductas sólo cuando están bajo el control de la voluntad.

El tercer factor es la naturaleza de la actitud. Las actitudes que se basan en la experiencia directa, predicen mejor la conducta que las actitudes basadas en la experiencia indirecta.

El cuarto factor de influencia de la congruencia entre actitudes y conductas es la dimensión de personalidad de autosupervisión, que es un atributo que se refiere al grado en el que confiamos en las señales internas de la conducta o bien en las externas. La autosupervisión escasa está basada en estados internos relevantes, como las actitudes, valores y creencias, manifestando una sustancial congruencia entre actitudes y conductas.

Bibliografía [editar]

“Psicología Social” de S. Worchel, J. Cooper, G.R. Goethals, J. Olson – Thomson Editores – ISBN 970-686-078-9

Véase también [editar]

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO2: TEORÍA DE LA ACCIÓN. La esencia de una teoría de la acción es la descripción adecuada de las motivaciones y de las causas que promueven la acción social. No toda teoría sociológica la ubica como la variable de mayor relevancia.

Teoría de la acción

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Entre las teorías sociológicas, algunas se fundamentan en la acción individual. Max Weber expresó: “En la acción está contenida toda la conducta humana en la medida en que el actor le asigna un sentido subjetivo” (sentido mentado)

La esencia de una teoría de la acción es la descripción adecuada de las motivaciones y de las causas que promueven la acción social. No toda teoría sociológica la ubica como la variable de mayor relevancia.

Este tipo particular de teoría sociológica se ha de vincular necesariamente a la Psicología social y por ello ha de utilizar, en forma implícita o explícita, el concepto de actitud.

A modo de ejemplo se resume brevemente, por ser una teoría representativa del caso considerado, a la propuesta por Talcott Parsons y colaboradores. Tanto las funciones a cumplir por la teoría, las variables relevantes y los fundamentos psicológicos, han sido extractados a partir del libro de Parsons y colaboradores citado abajo.

 

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Hacia una Teoría General de las Ciencias Sociales [editar]

Un grupo interdisciplinario, compuesto por nueve científicos sociales, se reúne entre 1949 y 1950, en la Universidad de Harvard, para establecer una Teoría General de la Acción, con la esperanza de fundamentar adecuadamente el conocimiento social existente.

El grupo estaba compuesto por tres sociólogos, cuatro psicólogos y dos antropólogos sociales. Estaba dirigido por Talcott Parsons y Edward A. Shils, siendo sus colaboradores Edward C. Tolman, Gordon W. Allport, Clyde Kluckhohn, Henry A. Murray, Robert R. Sears, Richard C. Sheldon y Samuel A. Stouffer.

Funciones a cumplir por la teoría:

1) Ayudará a la codificación del conocimiento concreto existente, y esto puede hacerse suministrando hipótesis generalizadas para la reformulación sistemática de hechos e ideas.

2) Deberá ser una guía para la investigación. Por medio de la codificación podremos localizar y definir más exactamente las fronteras de nuestro conocimiento y de nuestra ignorancia.

3) Facilitará el control de las distorsiones de observación e interpretación, que son fomentadas por la “departamentalización” de la educación e investigación en ciencias sociales.[1]

Variables relevantes [editar]

La teoría general de la acción considera básicas las siguientes variables:

Personalidad: proviene de los atributos individuales y de las motivaciones psicológicas para la acción social.

Sistema social: está asociado a la estructura en la cual se desarrollan las acciones humanas.

Sistema cultural: formado por las ideas y creencias vigentes en la sociedad, los símbolos expresivos y las orientaciones de valor.


Sistema orgánico: Encargado de brindar energía a los restantes sistemas.

Así como el individuo mantiene ideas y creencias que promueven determinadas acciones, en la sociedad existen conocimientos e información que conforman el sistema cultural promoviendo a su vez las distintas acciones individuales.[1]

La cultura y el sistema social influyen sobre las actitudes individuales, mientras que los individuos influyen sobre el sistema social y sobre la cultura. Para Parsons, la acción es la unidad elemental de la cual se ocupa la Sociología e involucra los siguientes elementos:

El actor que cumple la acción.

Una finalidad hacia la cual se orienta la acción.

Una situación inicial de la cual se desarrollan nuevas líneas de acción, en las cuales tenemos las condiciones ambientales sobre las cuales el actor no tiene posibilidad de control y los medios sobre los cuales tiene posibilidad de control.

Una orientación normativa de la acción que lleva al actor a preferir ciertos medios en lugar de otros, basándose en el sistema moral vigente en la sociedad. También puede haber orientaciones valorativas que conducen la orientación dependiendo de una escala de valores subjetivos.

Fundamentos psicológicos [editar]

El modelo psicológico que sustenta la teoría de la acción es descrito por Edward C. Tolman y emplea las siguientes variables:

Variables independientes:

1) La situación de estímulo (E) que pueden ser físicas, sociales y también objetos y procesos culturales.

2) Estados correspondientes al despertar del impulso o al de la saciedad del mismo o a ambos.

3) Diferencias individuales producidas por variables tales como la herencia, la edad, el sexo y condiciones fisiológicas, tales como las ocasionadas por las drogas, las perturbaciones endocrinas y otras causas semejantes.

Variable dependiente:

La conducta (acción), se concibe como formada por respuestas (R) que definen sus significados de acción. En otras palabras, una acción o una conducta dadas tienen que ser identificadas y definidas sólo según las formas en que tienden a manipular o reordenar los objetos culturales, sociales o físicos que se hallan en relación con un actor determinado.[1]

Interpretación [editar]

Mientras que a veces se habla de “la conducta de animales y hombres”, considerando los aspectos biológicos, empleamos la palabra “acción” para designar la conducta humana asociada tanto con aspectos biológicos como culturales.

Para interpretar en una forma simple el modelo psicológico propuesto, podemos decir que la Respuesta (acción) es proporcional tanto a la Actitud como al Estímulo

La acción racional es aquella en la que el actor social obra de acuerdo con la relación medio-fin, o causa-efecto; buscando lograr fines o valores, más allá de que los logre, o no. La acción tradicional es aquella en la que el actor obra conforme a los preceptos o a lo esperado por la tradición vigente, mientras que la acción afectiva, es aquella en que obra movido por un sentimiento o afecto determinado. Todas ellas forman parte de la acción social.

El modelo propuesto por Talcott Parsons y sus colaboradores apunta, justamente, a ser una “teoría general de la acción”, de ahí que la idea general pueda ajustarse a cada caso particular. Ello se debe, seguramente, a que el proceso asociado a cada tipo de acción es coincidente para todos los casos.

Todo parece indicar que la teoría general puede muy bien constituirse en el fundamento básico y concreto de todas las ciencias sociales. Como, incluso, provee de un modelo psicológico concreto, es posible que, en el futuro, pueda establecerse algún tipo de conexión con las conclusiones provenientes de las investigaciones en neurociencias.

La causalidad como requisito de la acción [editar]

El hombre actúa porque es capaz de descubrir relaciones causales que provocan cambios y mutaciones en el universo. El actuar implica y presupone la categoría de causalidad. Sólo quien contemple el mundo a la luz de la causalidad puede actuar. Cabe, en tal sentido, decir que la causalidad es una categoría de la acción. La categoría “medios y fines” presupone la categoría “causa y efecto” o “estímulo y respuesta”.

Sin causalidad ni regularidad fenomenológica no cabría ni el raciocinio ni la acción humana. Tal mundo sería un caos, en el cual vanamente el individuo se esforzaría por hallar orientación y guía. El ser humano incluso es incapaz de representarse semejante desorden universal.[2]

Aspectos históricos [editar]

Las doctrinas de la acción más antiguas y generales son el marxismo y el pragmatismo, y a ambos se los denominó “filosofía de la praxis”. En realidad ninguno de los dos es una teoría (sistema hipotético-deductivo) de la acción. Se trata únicamente de doctrinas que destacan la importancia de la práctica en la vida social.

Sostienen que la bondad de una teoría depende de sus frutos prácticos. Así, Friedrich Engels identificaba la verdad con el éxito y William James la reemplazó por el “valor en efectivo”. En realidad, la verdad (o la falsedad) es una propiedad de las proposiciones, o del conjunto de éstas, en tanto que la eficiencia sólo puede predicarse de las acciones humanas, las cosas artificiales o los procesos controlados por el hombre.[3]

Bibliografía [editar]

“Hacia una teoría general de la acción” de Talcott Parsons y otros – Editorial Kapeluz, 1968

“La Acción Humana” de Ludwig von Mises – Editorial Sopec SA - 1968

“Las Ciencias Sociales en discusión” de Mario Bunge – Editorial Sudamericana SA – ISBN 950-07-1566-X

“Diccionario de Sociología” de E. del Acebo Ibáñez y R. J. Brie – Editorial Claridad SA – ISBN 950-620-174-9

Referencias [editar]

  1. a b c “Hacia una teoría general de la acción” de Talcott Parsons y otros – Editorial Kapeluz, 1968
  2. “La Acción Humana” de Ludwig von Mises – Editorial Sopec SA - 1968
  3. “Las Ciencias Sociales en discusión” de Mario Bunge – Editorial Sudamericana SA

Véase también [editar]

Enlaces externos [editar]

Fundamentos de las Ciencias Sociales

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO2: ACTITUD. En este sentido, puede considerarse la actitud como cierta forma de motivación social -de carácter, por tanto, secundario, frente a la motivación biológica, de tipo primario- que impulsa y orienta la acción hacia determinados objetivos y metas. Eiser[1] define la actitud de la siguiente forma: predisposición aprendida a responder de un modo consistente a un objeto social.

Actitud

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Es la forma de actuar de cada persona, el comportamiento que emplea un individuo para hacer las cosas.

En este sentido, puede considerarse la actitud como cierta forma de motivación social -de carácter, por tanto, secundario, frente a la motivación biológica, de tipo primario- que impulsa y orienta la acción hacia determinados objetivos y metas. Eiser[1] define la actitud de la siguiente forma: predisposición aprendida a responder de un modo consistente a un objeto social.

En la Psicología Social, las actitudes constituyen valiosos elementos para la predicción de conductas.[2] Para el mismo autor, la actitud se refiere a un sentimiento a favor o en contra de un objeto social, el cual puede ser una persona, un hecho social, o cualquier producto de la actividad humana.

Basándose en diversas definiciones de actitudes, Rodríguez[2] definió la actitud como una organización duradera de creencias y cogniciones en general, dotada de una carga afectiva a favor o en contra de un objeto definido, que predispone a una acción coherente con las cogniciones y afectos relativos a dicho objeto. Las actitudes son consideradas variables intercurrentes, al no ser observables directamente pero sujetas a inferencias observables.

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[editar] Otras definiciones

Además de las definiciones mencionadas, podemos agregar las siguientes:

F. H. Allport: “Una actitud es una disposición mental y neurológica, que se organiza a partir de la experiencia que ejerce una influencia directriz o dinámica sobre las reacciones del individuo respecto de todos los objetos y a todas las situaciones que les corresponden”.

R. H. Fazio & D. R. Roskos-Ewoldsen: “Las actitudes son asociaciones entre objetos actitudinales (prácticamente cualquier aspecto del mundo social) y las evaluaciones de esos objetos”.

C. M. Judd: “Las actitudes son evaluaciones duraderas de diversos aspectos del mundo social, evaluaciones que se almacenan en la memoria”.

Kimball Young: “Se puede definir una actitud como la tendencia o predisposición aprendida, más o menos generalizada y de tono afectivo, a responder de un modo bastante persistente y característico, por lo común positiva o negativamente (a favor o en contra), con referencia a una situación, idea, valor, objeto o clase de objetos materiales, o a una persona o grupo de personas”.

R.Jeffress: "La actitud es nuestra respuesta emocional y mental a las circustancias de la vida".

[editar] Componentes de la actitud

Rodríguez[2] distingue tres componentes de las actitudes:

Componente cognoscitivo: para que exista una actitud, es necesario que exista también una representación cognoscitiva del objeto. Está formada por las percepciones y creencias hacia un objeto, así como por la información que tenemos sobre un objeto. En este caso se habla de modelos actitudinales de expectativa por valor, sobre todo en referencia a los estudios de Fishbein y Ajzen. Los objetos no conocidos o sobre los que no se posee información no pueden generar actitudes. La representación cognoscitiva puede ser vaga o errónea, en el primer caso el afecto relacionado con el objeto tenderá a ser poco intenso; cuando sea errónea no afectará para nada a la intensidad del afecto.

Componente afectivo: es el sentimiento en favor o en contra de un objeto social. Es el componente más característico de las actitudes. Aquí radica la diferencia principal con las creencias y las opiniones - que se caracterizan por su componente cognoscitivo -.

Componente conductual: es la tendencia a reaccionar hacia los objetos de una determinada manera. Es el componente activo de la actitud. Sobre este componente y la relación entre actitud-conducta, y las variables que están interviniendo, girará nuestra investigación.

Para explicar la relación entre actitud y conducta, Fishbein y Ajzen, (1980, citado en Rodríguez[2] ) han desarrollado una teoría general del comportamiento, que integra un grupo de variables que se encuentran relacionadas con la toma de decisiones a nivel conductual, ha sido llamada Teoría de la acción razonada.

La psicología social distingue un estudio de la estructura intra- aptitudinal de la actitud, para identificar la estructura interna, de un estudio de la estructura inter-aptitudinal, para buscar diferencias y similitudes entre mapas donde confluyen más actitudes.

[editar] Las funciones de las actitudes

En los procesos cognitivos, emotivos, conductuales y sociales, son múltiples. La principal función resulta ser la cognoscitiva. Las actitudes están en la base de los procesos cognitivos-emotivos prepuestos al conocimiento y a la orientación en el ambiente. Las actitudes pueden tener funciones instrumentales, expresivas, de adaptación social (como en los estudios de Sherif sobre la actitud en relación al ingroup, el propio grupo de referencia y el outgroup, el grupo externo), ego defensivo (un ejemplo clásico es el estudio sobre la personalidad autoritaria de Adorno en los años 50).

Este concepto resulta central en toda la psicología social porque tiene una aplicación en muchos campos distintos:

  • Frente a objetos o conductas especificas con finalidad predictiva de la conducta, en los estudios de mercado.
  • Grupos o minorías étnicas, mediante el estudio de los prejuicios y de los estereotipos.
  • Fines y objetivos abstractos, donde este tipo de actitud está definido como valor personal.
  • La actitud en relación a si mismo, definida como autoestima.

[editar] Actitud y sociología

El concepto de actitud, como una tendencia a responder de igual manera en iguales circunstancias, no sólo es de interés en Psicología Social sino también en Sociología.

Desde el punto de vista afectivo, es posible encontrar algunas actitudes básicas en el hombre, que servirán para describir su comportamiento social.

Baruch de Spinoza, en su “Ética” describe al amor como la tendencia a compartir penas y alegrías de nuestros semejantes, mientras que al odio lo describe como la tendencia a alegrarnos del sufrimiento ajeno y a entristecernos por su alegría.

Si a éstas actitudes les agregamos el egoísmo, como tendencia a interesarnos sólo por cada uno de nosotros mismos y a la negligencia como tendencia a desinteresarnos por todos, tenemos prácticamente cubierta la totalidad de las actitudes afectivas posibles.

Podemos decir que todo ser humano posee, en distintas proporciones, algo de amor, algo de odio, de egoísmo y de negligencia, preponderando una de ellas en cada caso.

Es posible hablar de una “actitud característica” en cada persona, por lo que habrá tantas actitudes distintas como personas existan en el mundo. Dicha actitud, precisamente, caracteriza a cada ser humano y no es algo fijo o permanente, sino que puede cambiar debido a la educación o bien a la influencia recibida desde el medio social.

Tanto en Psicología Social como en Sociología se buscan variables observables y cuantificables que sirvan de soporte a descripciones que puedan encuadrarse en el marco de la ciencia experimental, de ahí que es posible definir a la actitud característica como el cociente entre respuesta y estímulo: A = R/E

Así, la actitud del amor implica compartir penas y alegrías (que habría de ser la respuesta), mientras que el estímulo serían las penas y alegrías originales que luego habríamos de compartir.

Si asociamos el bien al amor, mientras que al odio, al egoísmo y la negligencia les asociamos el mal, disponemos de una ética elemental que podrá incluirse en una descripción compatible con el método de la ciencia.

 

[editar] Bibliografía

“Ética demostrada según el orden geométrico” de Baruch de Spinoza – Fondo de Cultura Económica – ISBN 968-16-0497-0

“Psicología Social” de R. Baron y D. Byrne – Editorial Prentice Hall – ISBN 0-205-18944-X

“Psicología Social” Tomo I – Plaza & Janes Editores SA – ISBN 84-01-61264-0

“Psicología de las Actitudes” de K. Young, J.C. Flügel y otros – Editorial Paidós SA

[editar] Referencias

  1. Eiser, J.R. (1989). Psicología Social. Madrid: Pirámide. ISBN.
  2. a b c d Rodríguez, A. (1991). Psicología Social. México: Trillas. ISBN.

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos

FILOSOFÍA POLÍTICA Y DERECHO2: BIEN (FILOSOFÍA). El bien es el valor otorgado a una acción de un individuo, es una inclinación natural a fomentar lo deseable, motivado por una comprensión del entorno, de las personas (por ejemplo a través de un profundo ejercicio de la empatía) y/o de uno/a mismo/a. Un conjunto de buenas acciones (acciones bien ejecutadas) propugnan lo bueno.

Bien (filosofía)

De Wikipedia, la enciclopedia libre

Para otros usos de este término, véase Bien.
L'Innocence ("Inocencia"), de Bourguerau. Tanto el hijo como el cordero representan la fragilidad y la tranquilidad. La imagen de una madre con su hijo tiene connotaciones positivas también en la cultura china. Esta imagen es la que representa el caracter Chino 好 hǎo, que significa "bueno".

El bien es el valor otorgado a una acción de un individuo, es una inclinación natural a fomentar lo deseable, motivado por una comprensión del entorno, de las personas (por ejemplo a través de un profundo ejercicio de la empatía) y/o de uno/a mismo/a. Un conjunto de buenas acciones (acciones bien ejecutadas) propugnan lo bueno.

En contraste con los conceptos de verdad y belleza, el bien es un concepto mucho más tautológico, es lo deseable. Algunos sistemas propugnan la verdad, otros la belleza, pero propugnar el bien es tautológico, porque el bien es lo propugnable, lo deseable. Aunque todos aspiramos a vivir bien, la palabra "bien" no significa lo mismo para todos.

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[editar] El bien y el mal

Una vez que adoptamos un objetivo a lograr, lo “bueno” es todo aquello que favorece su logro, mientras que lo “malo” es todo lo que lo impide. Como el hombre busca la felicidad, el “bien” es lo que la permite llegar a esta, mientras que el “mal” es lo que impide su logro. John Locke expresó: “Aquello que tiene la capacidad de producirnos placer es lo que llamamos un bien, y lo que tiene capacidad de producirnos dolor llamamos un mal”[1]

Baruch de Spinoza consideraba el bien como algo subjetivo, no sólo por haber insistido en la idea de que lo bueno de cada cosa es la conservación y persistencia en su ser, sino también por haber escrito expresamente que «no nos movemos, queremos, apetecemos o deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino que juzgamos que es bueno porque nos movemos hacia ello, lo queremos, apetecemos y deseamos»[2] Es subjetivo, no porque haya distintas opiniones al respecto sinó por oposición a lo objetivo y lo concreto. En tal sentido una persona no es inherentemente buena o mala de hecho, sinó que sus acciones serán acciones buenas o malas.

[editar] La lucha histórica

Algunas religiones, como la judía y la cristiana, contemplan la historia del mundo como una lucha histórica entre el Bien y el Mal, simbolizada como una lucha entre Dios y Satanás. De ahí que se promueve la virtud, como camino del Bien, y se combate al pecado, como camino del Mal. Incluso las profecías bíblicas predicen, para el futuro, el triunfo definitivo del Bien sobre el Mal.

[editar] Ética

Se considera a la ética como la rama del conocimiento que estudia tanto las causas que producen el Bien como aquellas que producen el Mal, sugiriendo conductas que favorezcan el logro del primero y rechacen lo segundo. La bondad es como amor,afecto o principalmente solidaridad a los demas y si mismo.Para un demostrar bondad ayuda o da a lo que sea que lo necesite sea un animal,persona o hasta una planta.

[editar] Posturas filosóficas

Podemos distinguir dos puntos de vista fundamentales que se han cruzado en la Historia de la Filosofía:

  1. La teoría metafísica, según la cual el Bien es la realidad y justo la realidad perfecta o suprema y es deseado como tal.
  2. La teoría subjetiva, según la cual el Bien es lo deseado o lo que gusta, y es tal sólo en esta relación”.[1]

El pensamiento humano ha seguido estos dos caminos divergentes: lo absoluto y lo relativo. Entre los pensadores contemporáneos se mantienen aún ambos puntos de vista, aunque tiene más adeptos el relativo. Para el hombre moderno, que mira a la ciencia y a la razón con gran respeto, es difícil encontrar argumentos adecuados que justifiquen la teoría absoluta del bien y del mal.[3]

La postura relativista supone, incluso, que las actitudes básicas del hombre, tales como el amor y el odio, que se asocian casi siempre al bien y al mal, respectivamente, producirán efectos distintos según las épocas y las sociedades en las cuales se produzcan, algo que no resulta fácil aceptar. Si no existe actitud mejor que otra, tampoco debemos esforzarnos por adoptarla.

[editar] Referencias

  1. a b “Diccionario de Filosofía” de Nicola Abbagnano – Fondo de Cultura Económica – ISBN 968-16-1189-6
  2. “Diccionario de Filosofía” de J. Ferrater Mora – Editorial Ariel SA – ISBN 84-344-0501-6
  3. “Las Enseñanzas básicas de los Grandes Filósofos” de S. E. Frost (h) – Editorial Claridad SA

[editar] Véase también

[editar] Enlaces externos